Mientras el mundo occidental parece haber reducido cada vez más la religión a un asunto privado, incluso a un pasatiempo folclórico, en otros países es un hecho político que entra en el tablero del poder con una violencia inaudita.
La libertad religiosa, especialmente la de los cristianos, está siendo atacada en muchos lugares, como destaca el informe de la ONG “Puertas Abiertas” sobre la “Iglesia de los refugiados”, nombre que recibe el fenómeno de los cristianos que huyen de la persecución, tituladoLista de Vigilancia Mundial 2022 y presentado hace unos días en Italia, en la Cámara de Diputados. Las cifras son impresionantes: “El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) señala que unos 84 millones de personas fueron desplazadas por la fuerza en 2021, 26 millones de ellas fuera de las fronteras de su propio país. Pues bien, entre estos desplazados, muchos son cristianos que huyen de la persecución.”
De ellos, hay que añadir que muchas son mujeres. Para ellas, quedarse en su país de origen puede ser aún peor, como indica otro informe publicado recientemente, esta vez de la rama canadiense de la fundación de derecho pontificio Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), tituladoEscucha sus gritos: El secuestro, la conversión forzada y la victimización sexual de mujeres y niñas cristianas. También en este casolos números hablan por sí mismos y confirman “[…] una tendencia ya conocida y terriblemente creciente de violaciones, matrimonios forzados y conversiones forzadas. El documento informa detalladamente de los casos recurrentes, basándose en particular en las realidades de Egipto, Irak, Siria, Mozambique, Nigeria y Pakistán”.
De hecho, además de los casos conocidos y menos conocidos de Pakistán, Egipto también presenta un escenario preocupante de persecución religiosa de mujeres y sus hijos. Como informa la Asociación para la Información Católica en África (ACIAFRICA). recogiendo las palabras de Michele Clark, experta en derechos humanos, profesora de la Escuela Elliott de Asuntos Internacionales de Washington y coautora del informe, quien afirma que “[…] la violencia contra las mujeres cristianas es un arma para luchar contra las minorías religiosas. Además, tiene que ver con la propia estructura de la ley islámica”.
Esta ley establece, continúa la investigadora que “[…] para una mujer convertida por la fuerza u obligada por la violencia a casarse con un hombre musulmán, el retorno a la fe cristiana es imposible, incluso si consigue liberarse o es repudiada. Si la mujer tiene hijos, éstos seguirán siendo siempre musulmanes”.
Secuestrar, violar, convertir por la fuerza y obligar a contraer matrimonio musulmán, es un conjunto de actos de violencia sin precedentes que los informes referidos relatan, por desgracia, como una realidad generalizada contra las mujeres y las niñas, incluso las más jóvenes, “[…] no sólo significa arrebatar a una sola persona de su propia comunidad, la comunidad cristiana. Significa arrebatarle a una madre a sus hijos”.
Ocurre en Egipto contra las mujeres cristianas, ocurre de manera diferente en Xinjiang de la República Popular China contra las mujeres musulmanas uigures: las que sufren son, siempre, las mujeres. Y sus hijos, nacidos o asesinados antes de nacer.
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