El caso de Maira Shahbaz es sólo uno de los muchos, demasiados -uno sólo ya sería demasiado- casos de chicas cristianas e hindúes, en su mayoría menores de edad, que son secuestradas en Pakistán y luego obligadas a casarse con sus captores y a convertirse al Islam. Las cifras publicadas por International Christian Concern (ICC), una asociación que defiende a los cristianos perseguidos en todo el mundo, hablan de más de mil casos al año. Por eso, como dice Tahir Mehmood Ashrafi, representante especial para la armonía religiosa, el primer ministro pakistaní , Imran Khan, ha ordenado que se investiguen las agresiones sexuales, las conversiones forzadas y los matrimonios fraudulentos con los que los secuestradores captan a sus víctimas. A menudo, muchos miembros de las fuerzas del orden, así como los tribunales locales, se ponen del lado de los secuestradores dejando sin salida a las víctimas.
Maira pide asilo en el Reino Unido
La historia de Maira sigue un triste guión: secuestrada y violada por tres hombres en abril, fue obligada a casarse con uno de sus violadores, Mohamad Nakash Tariq, y a firmar una declaración de conversión al Islam. Ante la amenaza de la publicación del vídeo de la violación, la chica cedió a todas las exigencias de los secuestradores. Logrando huir de la casa del hombre que la había obligado a casarse, Maira fue trasladada a un centro de acogida para mujeres mientras su caso era juzgado por el Tribunal Superior de Lahore. Sin embargo, laley paquistaní exige que la joven sea devuelta a su marido, considerando válidos tanto el matrimonio como su conversión al Islam, aunque ambos se hayan obtenido bajo amenaza.
Sin embargo, Maira consigue escapar de nuevo gracias a la ayuda de sus familiares. Sin embargo, ahora corre un gran peligro. Su marido Nakash ha denunció a Maira por apostasía, un delito que conlleva la pena capital en Pakistán, y acusando a sus familiares por secuestro. Por otro lado, el propio Nakash ha sido acusado de violación de menores. Mientras el tribunal de Rawalpindi examina el caso, Maira – blanco constante de amenazas de muerte contra ella y sus familiares – se ve obligada a esconderse con la protección de la policía. Por ello, solicitó asilo para ella y su familia en el Reino Unido. A su favor está la rama británica de la fundación de derecho pontificio Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) quien ha iniciado una petición que ya ha recolectado más de 12 mil firmas y fue entregada el 4 de febrero a Fiona Bruce, enviada especial del Primer Ministro del Reino Unido para la libertad religiosa y de creencias.
“Me amenazaron con matar a toda mi familia”, clama Maira. “También me enseñaron vídeos de mí desnuda y fotos que tomaron con sus móviles mientras era violada”. Independientemente del veredicto del tribunal, la vida de la niña y la de sus familiares en Pakistán siempre estará en peligro, ya que la joven se enfrenta a cargos de apostasía pronunciados por el secuestrador y sus partidarios. Como dice la abogada de Maira, Sumera Shafique, para los extremistas paquistaníes la joven siempre será una apóstata y será asesinada en cuento tengan la primera oportunidad.
No sólo Maira
Sin embargo, ésta es “sólo” una de las muchas historias de este tipo. Arzoo Raja, una niña de 13 años de Karachi, fue secuestrada para ser obligada a convertirse y casarse por Ali Azhar, de 44 años. Convocado ante el Tribunal Superior de Sindh dos semanas después del secuestro, Raja habría declarado que ella era mayor de edad y que, por tanto, el matrimonio se consideraba válido.
La estudiante hindú Namrita Chandani, que fue también secuestrada y violada, fue encontrada muerta en septiembre de 2019: pero la familia sabe se trata de un asesinato. Por otra parte,Momal Meghwar se suicidó saltando a un pozo en la aldea de Dalan-Jo-Tarr, incapaz de soportar la persecución a la que estuvo sometida por parte de sus violadores, que habían sido puestos en libertad a la espera de juicio.
Y Farah Shaheen, una niña cristiana de 12 años del distrito de Gulistan, en Faisalabad, fue secuestrada por Khizar Ahmed Ali, de 45 años, supuestamente se “convirtió” y se “casó” con el secuestrador. Su padre, tratando de salvarla, se expuso a la acusación de blasfemia por atreverse a plantear dudas sobre su conversión. Tras cuatro meses de búsqueda encontró un abogado dispuesto a ayudarle. Cuando Farah compareció ante el Tribunal de Distrito de Allahabad, tenía importantes marcas en los tobillos encontrándose en un evidente estado de shock. A pesar del “hallazgo” de Farah, es difícil imaginar que sus captores sean castigados. La agencia Union of Catholic Asian News (UCA) recogió el testimonio de la activista Lala Robin Daniel: “Tras negociar con los delincuentes, los agentes la llevaron primero a la comisaría. Tenía heridas en los tobillos y en los pies, que fueron tratadas en el cuartel. Estaba traumatizada y no podía relatar las torturas que había sufrido […]. El matrimonio, la conversión forzada y los pies heridos reflejan el infierno que había pasado”.
No hay libertad de culto
En Pakistán, el sistema jurídico y administrativo se debate entre los dictados de las leyes laicas y la adhesión a la shari’a islámica. El matrimonio con niños, por ejemplo, que está prohibido por ley, es, sin embargo, considerado aceptable para los musulmanes más radicales. Y cuando los extremistas se concentran a las puertas de los tribunales, ni siquiera mostrando las partidas de nacimiento y los documentos oficiales pueden conseguir que se anulen los matrimonios contraídos por menores bajo amenaza.
Según el informe de Open Doors International, la organización evangélica que lucha por el respeto de los derechos humanos, cada día más de 340 millones de cristianos sufren discriminación, desigualdad o persecución activa, una situación que se agrava aún más con la pandemia. En particular, los cristianos en Pakistán son considerados ciudadanos de segunda: las leyes sobre la blasfemia se utilizan para atacarlos, y los extremistas islámicos a menudo se toman la justicia por su mano, matando a los que creen que han transgredido.
La diputada Fiona Bruce, del Partido Conservador, recibiendo la petición lanzada por ACS en favor de Maira declaró: “La situación de Maira y su familia es trágica y desgarradora, como demuestran los miles y miles de personas que han firmado la petición que hoy recibo. Lo remitiré inmediatamente al Ministro del Interior para que lo estudie urgentemente”. Más de 30 diputados, obispos y líderes de organizaciones benéficas y de derechos humanos han firmado una carta abierta al Primer Ministro en la que apoyan la petición de asilo. Entre ellos está Monseñor Philip Mounstephen, obispo anglicano de Truro, Inglaterra, que dice: “El gobierno británico se compromete a situar la libertad religiosa en el centro de su política exterior. Por lo tanto, insto al Gobierno a que reconozca cómo los derechos de Maira se han visto potencialmente comprometidos de forma fatal y a que le ofrezca asilo.”
Declaraciones similares hicieron el arzobispo copto ortodoxo de Londres, Angaelos, el director nacional de ACS Reino Unido, Neville Kyrke-Smith, y el presidente y fundador de Christian Solidarity Wordwide, Mervyn Thomas.
Como afirma la AEC, “hasta que Pakistán no tome cartas en el asunto, las perspectivas para Maira, para Arzoo y para los cientos de afectadas de forma similar -personas que sufren por ser mujeres, por ser jóvenes y por la fe que profesan- seguirán siendo inciertas.”
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