Nueva Gales del Sur ya había comenzado a finales de la década de 1990. Le siguieron el Territorio del Norte en 2020 y Victoria en 2021. Estos son los nombres de los estados australianos que han iniciado políticas para desregular y, sobre todo, despenalizar la industria de la prostitución en el país.
Ahora se le une Queensland, que a través de un documento de consulta de 250 páginas redactado por la Comisión de Reforma Legislativa, titulado significativamente Marco para una industria del trabajo sexual despenalizada en Queensland, impulsa la despenalización completa del negocio del sexo. “Los salones de masaje”, las agencias de “azafatas” y los verdaderos burdeles tendrán, por tanto, total libertad para gestionar sus negocios.
En todo el país, los partidarios de la campaña para reducir la intervención del gobierno en estos asuntos afirman que la desregulación actuaría en favor de la eliminación del “estigma” de las llamadas “trabajadoras del sexo”. En este enfoque, incluso, la desregulación sería un medio “[…] para humanizar a las trabajadoras del sexo, porque les otorga la dignidad del trabajo y la acción individual. A diferencia de lo que ocurre con la mano de obra de otros sectores, se considera que una menor regulación gubernamental, y no una mayor, garantiza estos derechos”.
Mentiras. En cambio, la verdad surge directamente del documento de la Comisión que afirma explícitamente que “la despenalización del trabajo sexual puede […] reducir la carga financiera del sistema de justicia penal y permitir que la policía se centre en otros delitos”, tal y como ha dispuesto el Gobierno de Queensland para el trabajo de la Comisión. Es decir, una cuestión de fondos, y no la dignidad humana definida hipócritamente.
Recientemente, dos organizaciones feministas, llamadas Grito colectivo y Coalición contra la trata de mujeres en Australia realizó una investigación para averiguar si, y en qué medida, los medios de comunicación tuvieron cierta responsabilidad en una narrativa desequilibrada e injusta de la industria del sexo hacia la población femenina, a través de la respuesta a la pregunta “¿cómo informaron y comentaron los medios de comunicación australianos sobre la industria del sexo durante la pandemia de Covid-19?”
Pues bien, el informe resultante, Side Hustles and Sexual Exploitation, afirma que “en el transcurso de un año, se investigaron 11 fuentes de noticias australianas y más de cuatrocientos artículos que abordaban directamente temas relacionados con la industria del sexo. Este conjunto de datos fue analizado en detalle y su examen forense generó la extraordinaria conclusión de que los “medios de comunicación australianos no sólo informaban sobre la industria del sexo, sino que la promovían activamente”.
Los autores del informe escriben que en el punto álgido de la pandemia de Covid, los medios de comunicación australianos pasaron a llamar a la prostitución “una forma de trabajo” e impulsaron una “narrativa promocional” que representaba “una importante escalada en comparación con las décadas anteriores”.
Ignorando la fragilidad “estructural” de las mujeres, empobrecidas o desempleadas por la pandemia, a veces en situaciones familiares de violencia y degradación a las que bloqueó, y las medidas sanitarias restrictivas hacían más difícil la huida, medios de comunicación y el gobierno de Queensland no podía hacer nada mejor que dar el consejo mas fácil: vender sus cuerpos en el negocio mas antiguo del mundo.
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