“Vivimos en una época de gran transformación. Desde el capitalismo y la democracia hasta el orden mundial, nuestras instituciones se tambalean. El sentido mismo de lo humano se tambalea. El Instituto Berggruen se fundó en 2010 para desarrollar ideas fundamentales sobre cómo remodelar las instituciones políticas y sociales ante estas grandes transformaciones. Trabajamos más allá de las culturas, las disciplinas y las fronteras políticas, involucrando a los principales pensadores para desarrollar y promover respuestas a largo plazo a los mayores retos a los que se enfrenta la humanidad hoy”.
El Instituto Berggruen se presenta con esta significativa autodescripción: “ideas para cambiar el mundo”.
El Instituto fue fundado por Nicolas Berggruen, descrito como un “inversor y filántropo multimillonario estadounidense“, nacido en París en 1961, hijo de un coleccionista y marchante de arte de origen judío-alemán. Tras completar sus estudios en Estados Unidos de Norte América, empezando con un fondo fiduciario de 250.000 dólares e invirtiendo en bienes inmuebles y acciones públicas, el magnate pasó a fundar Berggruen Holdings en 1984, operando principalmente como inversor a largo plazo y propietario de su cartera de empresas.
Un multimillonario sin techo, una historia digna de Hollywood
Sin embargo, es difícil resumir su biografía en unas pocas líneas. Rebelde a la edad de 15 años, se negó a aprender inglés juzgándolo como “la lengua del imperialismo”, y se interesó por el marxismo hasta el punto de idear la Constitución de un país utópico. Expulsado del prestigioso instituto Le Rosey de Rolle (Suiza) por sedición, tras hacer las paces con la lengua inglesa construyó en Estados Unidos un imperio multimillonario que haría palidecer a Tony Stark incluso con su mejor armadura.
En 2011, Berggruen Holdings tenía oficinas en Berlín, Estambul, Bombay, Nueva York y Tel Aviv, y era propietaria de más de 30 empresas de diversos sectores por valor de más de 1.500 millones de euros. Al mismo tiempo, el filántropo de la cartera descomunal fundó el Instituto Berrgruen, invirtiendo en él 100 millones de dólares, capital al que luego se sumaron otros 500 millones en 2016.
Entonces empezó a escribir y publicar textos. Amodo de ejemplo, Un Gobierno Inteligente para el siglo XXI: una vía intermedia entre Oriente y Occidente (2012), en el que sostiene que el populismo y el cortoplacismo son el principal obstáculo para el progreso de las democracias occidentales, mientras que los países autoritarios del Este, China en primer lugar, se beneficiarían del fortalecimiento de sus sistemas meritocráticos. En Renovando la democracia: gobernar en la era de la globalización y el capitalismo digital (2019) desarrolla sus convicciones sobre la necesidad de una renovación de la democracia, la necesidad de unas relaciones estables entre Estados Unidos y China, el problema siempre presente del cambio climático y la necesidad de establecer un “capital básico universal” que garantice unas condiciones de vida adecuadas para todos, independientemente de su situación laboral.
Apodado “el multimillonario sin techo“, vendió todas sus propiedades residenciales a principios de la década de 2000 y se deshizo de todas sus posesiones. Sin casa, ni coche, ni reloj, viajaba en su propio jet privado -demasiado “práctico” para prescindir de él-, se alojaba en hoteles, y sólo llevaba a cuestas unas pocas prendas y una Blackberry. Pero abandonó su existencia errante en 2016 y echó raíces en Beverly Hills, donde vive con sus dos hijos nacidos de una ‘donante’ de óvulos y de dos madres de alquiler.
Cuando tres ojos no son suficientes para ver con claridad
En los últimos días, el Instituto Berggruen ha inaugurado su primer centro de actividades europeo en el histórico edificio veneciano La Casa dei Tre Oci (La Casa de los Tres Ojos, en dialecto veneciano, por las tres características ventanas con vistas a la cuenca de San Marcos). Al comentar la adquisición, el multimillonario explicaba: “vemos a Venecia como una puerta de entrada para quienes buscan respuestas a las preguntas y desafíos más apremiantes de nuestro tiempo; y a La Casa dei Tre Oci como el nexo con la labor del Instituto en el desarrollo de las ideas que construirán un mundo mejor”.
Y para inaugurar este nuevo centro de actividades europeo, el Instituto Berggruen premió al “filósofo” australiano Peter Singer con (obviamente) el Premio Berggruen 2021, que consiste en un millón de dólares que se otorga anualmente a los “pensadores cuyas ideas han moldeado profundamente la autocomprensión humana y el progreso en un mundo que cambia rápidamente”. Singer fue seleccionado “por su trabajo ampliamente influyente e intelectualmente riguroso en la revitalización del utilitarismo como parte de la filosofía académica y como fuerza de cambio en el mundo”. A través de sus escritos, Singer “ha contribuido a dar forma a los movimientos a favor de los derechos de los animales y el altruismo efectivo y ha defendido políticas socioeconómicas más amplias en la respuesta a las emergencias mundiales y la erradicación de la pobreza en el mundo”.
El jurado del Premio afirma haber elegido a Singer entre cientos de personajes de renombre. Es una lástima que en el fastuoso elogio al pensador australiano no se mencionen las consecuencias últimas de sus hipótesis, que los lectores de “iFamNews” seguramente no han olvidado: desde la afirmación de que un hijo, ente reemplazable, tiene el mismo valor que cualquier otra cosa, hasta la justificación del infanticidio sobre la base de que la vida de un recién nacido es menos valiosa que la de un perro, un cerdo o un chimpancé. Por otro lado, es precisamente el utilitarismo de Singer el que contempla a los individuos como consideraríamos a las reservas de petróleo: meros números dentro del cálculo matemático destinado a conseguir la mayor utilidad para el mayor número de personas.
Singer ya ha anunciado que donará la mitad del premio recibido a “La vida que puedes salvar“, que fundó para “ofrecer una guía práctica para hacer contribuciones a la filantropía mundial”. Dadas las premisas descritas, es difícil imaginar a qué se destinarán esos fondos, donde una “filantropía” animalista, abortista e infanticida han sustituido a la caridad.