Evidentemente, el “invierno demográfico“, acertada expresión acuñada por el padre jesuita belga Michel Schooyans para definir el colapso de la natalidad que afecta al mundo occidental desde hace veinticinco o treinta años, asusta a poca gente. O, dándole la vuelta a la pregunta, hay muchos que temen la emergencia climática y piensan que pueden resolverla, o al menos contenerla, limitando el número de seres humanos en el planeta.
La combinación de la carrera por la sostenibilidad para cumplir los objetivos de la Agenda 2030 y los llamados “derechos sexuales y reproductivos” para todas las mujeres, es decir, el aborto indiscriminado y la anticoncepción, quizá no sean suficientes todavía en esta oleada de neomaltusianismo que considera al ser humano un elemento perturbador y, si es posible, a eliminar.
Esto es lo que me viene a la mente al considerar El periódico británico The Guardian, en cuya página web se lee que un número consistente y creciente de hombres jóvenes han recurrido o están a punto de recurrir a la vasectomía, es decir, a la resección, tras la ligadura, de los conductos deferentes, a través de los cuales deberían pasar los espermatozoides testiculares. La elección parecería tener lugar precisamente en una lógica verde, de sostenibilidad medioambiental, de reducción del consumo de recursos naturales y de contención del uso de la energía.
No sólo los hombres ya padres, por cierto, recurrirían a esta práctica de esterilización masculina, mínimamente invasiva, en teoría reversible, pero con una tasa de embarazos posteriores para la pareja de sólo el 30%. Incluso hombres jóvenes que aún no son padres y que renuncian casi automáticamente a serlo, al menos biológicamente.
“Aunque los datos fiables sobre el número y las motivaciones para la vasectomía son escasos, cada vez hay más pruebas que sugieren que, en todo el mundo, los hombres sin hijos lo hacen”, afirma el periódico. “Nick Demediuk, médico australiano de atención primaria y uno de los cirujanos de vasectomía más activos del mundo, afirma que la mayoría de sus pacientes son padres mayores de 35 años. Pero el médico, que ha realizado más de 40.000 intervenciones desde 1981, calcula que unos 200 de los 4.000 pacientes que atiende cada año en su clínica son hombres más jóvenes y sin hijos. Unos 130 de ellos dicen hacerlo por el planeta”. Y ese es sólo uno de los ejemplos.
Un estudio de 2017 publicado en la revista científica Environmental Reserch Letters e igualmente recogido por The Guardian ya indicaba que la acción más efectiva que una persona podría realizar para salvar el Planeta sería renunciar a tener hijos.
En agosto, The Guardian también preocupadas por la crisis climática. De ellos, el 96% temía que sus hijos tuvieran dificultades para crecer sanos o incluso para sobrevivir a escenarios climáticos devastadores, mientras que el 60% se mostraba preocupado por la huella de carbono de su eventual descendencia. Es decir, para la futura demanda de recursos naturales por parte de la humanidad, cuya unidad de medida (literalmente, “huella de carbono”) es el parámetro utilizado para estimar las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por productos, servicios, organizaciones, eventos e individuos.
Aparte de la vasectomía, de hecho, hay muchos signos preocupantes de una mentalidad extendida sobre todo entre las generaciones más jóvenes, que ven en una supuesta superpoblación el enemigo número uno de la Tierra, tan amante de la Naturaleza con mayúsculas como para querer eliminar una parte de ella, la de los seres humanos.
El eco de sus temores se está extendiendo en los últimos años en Europa, en los Estados Unidos de América, en Australia, y no deja de llegar incluso a las ciudades provinciales italianas, si ya hace un par de años un folleto distribuido por el Ayuntamiento de Cremona, que luego se retiró apresuradamente en medio de la polémica, enumeraba “las cuatro acciones individuales más eficaces para mitigar el cambio climático”: comer menos carne roja, no viajar en coche o avión y tener menos hijos. Tampoco son muy escuchados los estudiosos que, en cambio, sostienen que “la contribución antropogénica a las entradas atmosféricas es ahora del 5%, y el resto proviene de las emisiones de la biosfera terrestre y los océanos”.
En una especie de histeria colectiva, parece que un número cada vez mayor de personas piensa que, en lugar de enfrentarse a los posibles problemas derivados de la presencia humana en el Planeta, es preferible eliminarla por completo, por decisión propia, por su propia mano. Lo que se llamaría, literalmente, “tirar el bebé con el agua de la bañera”.