Es muy buena la concienciación y el compromiso decidido y serio del Primer Ministro japonés para hacer frente a la crisis demográfica del país, que es grave y severa.
El Primer Ministro japonés, el conservador Fumio Kishida, ha pronunciado en los últimos días un discurso lleno de realismo y preocupación porque, si su país no es capaz de revertir la actual crisis demográfica, podrían producirse consecuencias económicas y sociales devastadoras. “Nuestro país está a punto de ser incapaz de mantener las funciones de la sociedad”, declaró Fumio Kishida al inicio de la sesión de este año en el parlamento japonés.
El número de nacimientos en 2022 es inferior a 800.000. En 1973, en pleno baby boom, nacieron 2,09 millones de niños. La población de Japón sigue disminuyendo. En 2020, los investigadores predijeron que la población de Japón descendería de 128 millones en 2017 a menos de 53 millones en 2100.
Aumentar el número de nacimientos, el reto de las políticas de natalidad y familia, será la “máxima prioridad” del gobierno dirigido por el primer ministro Kishida. Entre los planes sobre la mesa figura la asignación de fondos para “crear una economía y una sociedad favorables a la infancia”, porque “las políticas de infancia y el cuidado de los niños son la inversión más eficaz para el futuro”, declaró. Es urgente resolver el problema “ahora o nunca” y “sencillamente no podemos esperar más”, reiteró el Primer Ministro, asegurando que “el apoyo a la educación de los niños también se situará como nuestra política más importante”.
Por todo ello, el Gobierno está pensando en duplicar el gasto en programas relacionados con la infancia, la creación de una nueva agencia gubernamental sobre natalidad y crecimiento demográfico y políticas familiares que se crearán ya el próximo mes de abril y que podrá aportar ideas concretas que se financiarán antes del verano. En 2021, según los últimos datos disponibles, Japón registró una cifra récord en el descenso natural de su población. Para agravar el problema, cerca del 28% de los japoneses tienen más de 65 años. Por primera vez un gobierno japonés hace de la crisis demográfica una prioridad absoluta, muchos países deberían hacer lo mismo, también en Europa.
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