Los últimos datos lo confirman amargamente: India no es un país para mujeres. La práctica cada vez más extendida del aborto selectivo ha dado lugar a un desequilibrio de género que empieza a ser preocupante. En Nueva Delhi, por ejemplo, en 2018, por cada 1.000 nacimientos de varones, solo nacieron 844 mujeres. En la última década, de hecho, la diferencia entre hombres y mujeres ha crecido un 60%. Y el hecho de que la supresión preferente de las niñas no nacidas esté más extendida entre los acomodados que entre los pobres nos hace pensar: el boom económico indio ha ido de la mano de la opresión de las mujeres.
La revista científica The Lancet ha publicado recientemente un estudio demográfico diacrónico que abarca los 35 años comprendidos entre 1981 y 2016. Dado que el fenómeno del número de niñas de menos, es decir, que nacen en número menor que el de niños, está aumentando en todo el mundo (la diferencia, casi inexistente a finales de los años 70, ha aumentado de hecho hasta una media de 1,6 millones en el quinquenio 2005-2010), la India por sí sola acapara la mitad: la brecha aumentó de 3,5 millones en la década 1987-1996 a 5,5 millones en la década 2007-2016.
Según The Lancet, la causa más creíble del fenómeno radica en la creciente prevalencia del diagnóstico prenatal, al que sigue, en muchos casos, el aborto, a pesar de que la selección prenatal de fetos en función del sexo fue calificada como “perjudicial” por la Asamblea General de Naciones Unidas en 2019. Además, las cifras de feminicidio fetal de la India contrastan fuertemente con los indicadores de mortalidad infantil femenina de las dos últimas décadas, que han mejorado.
Los datos despiadados proceden también del Índice Global de la Brecha de Género,editado por el Foro Económico Mundial, que sitúa a la India en el puesto 17 de la lista, siendo el último ocupado por Afganistán. Se calcula que en la India hay más de 46 millones de mujeres menos que de hombres. La discriminación de los niños no nacidos es también evidente entre las mujeres adultas. El fenómeno está aumentando drásticamente: el porcentaje de ministras ha bajado del 23% al 9% en un año y la participación de las mujeres en la fuerza laboral ha caído al 21% en 10 años, superando incluso a Arabia Saudí.
En cuanto a los matrimonios precoces, los datos proporcionados por la Encuesta Nacional de Salud Familiar 2019-2020 constatan un aumento marginal respecto a 2015-2016, cuando se realizó una encuesta similar. Además, menos de una de cada tres mujeres indias tiene una fuente de ingresos y más de una cuarta parte de las mujeres casadas denuncian violencia doméstica. “Cada día se nos recuerda sin ambages que la India no es un país para las mujeres, ni dentro ni fuera del hogar”, escribió Swati Narayan en El Indian Express.
Pero la lacra más cruel sigue siendo el aborto selectivo por razón de sexo: “una de las peores formas de violencia y discriminación contra las mujeres y las niñas”, afirma Anushree Bernard, portavoz de la campaña Vanishing Girls de ADF India. “El creciente desequilibrio de género entre los niños de la India demuestra que, como país, hemos fracasado en la protección de las mujeres”.
Estas “cifras no sólo son alarmantes, sino que sirven para recordar la necesidad de actuar ahora para acabar con esta violencia”, continúa la activista, y añade que “el futuro de la India está ligado a la vida de las mujeres y las niñas”.
Para ayudar a frenar el fenómeno, la campaña Vanishing Girls pretende así “erradicar la selección de sexo y salvar la vida de miles de niñas que son abortadas cada día”, al tiempo que forma a abogados capaces de ofrecer protección legal a las mujeres que se resisten al aborto forzado. Y no sólo eso. En abril, una delegación de la ADF instó a las Naciones Unidas y a la comunidad internacional a reconocer formalmente las prácticas de selección de sexo como actos de feminicidio, y pidió que se recopilaran y publicaran datos sobre las prácticas de selección de sexo.