Iglesias, militares y sindicatos de trabajadores se oponen al plan del nuevo gobierno de Dinamarca que quiere suprimir el “Día Nacional de la Oración”. Esperemos que también vuelva la fe y no sólo el día de descanso.
La pérdida de la fiesta, creada hace más de 300 años cuando un obispo danés unió varias fiestas menores, ha desatado ásperas reacciones en toda Dinamarca, un país de casi 6 millones de habitantes donde más del 73% de la población pertenece a la Iglesia Luterana Estatal, aunque menos del 3% de la gente acude regularmente a la iglesia.
La mayor confederación sindical de Dinamarca ha expresado serias reservas sobre el plan del Gobierno de eliminar un día festivo para aumentar los ingresos públicos destinados al presupuesto de defensa.
“Se trata de un ataque flagrante al modelo danés del que estamos tan orgullosos en este país”, declaró a los medios Lizette Risgaard, responsable de la confederación FH, que cuenta con 1,3 millones de afiliados.
El modelo laboral danés determina los salarios y las condiciones de trabajo mediante acuerdos bilaterales entre las organizaciones patronales y los sindicatos en convenios colectivos. La confederación FH denunció que el Gobierno quiere eliminar un día festivo por vía administrativa.
El “Día de la Gran Oración”, que se celebra desde el siglo XVII, cae el cuarto viernes después de Pascua, pero el gobierno quiere abolir la festividad religiosa para maximizar los ingresos del presupuesto de defensa, que debe alcanzar el objetivo de la OTAN del 2% del PIB para 2030.
“No creo que sea un problema tener que trabajar un día más”, dijo la Primera Ministra Mette Frederiksen en un discurso en el Parlamento la semana pasada. “Nos enfrentamos a enormes gastos en defensa y seguridad, sanidad, psiquiatría y transición ecológica.
Sin embargo, el Gobierno también se enfrenta a fuertes críticas por la propuesta: una petición en línea iniciada por la confederación FH ha recogido casi 500.000 firmas en pocos días, y asociaciones que representan a los empleados militares y a las iglesias también han criticado el plan.
El Gobierno de Mette Frederiksen no sólo ha enfadado a los sindicatos y a los militares, sino también a la Iglesia Evangélica, Iglesia Luterana de Dinamarca, habitualmente muy tranquila, que envió una carta de protesta al Gobierno y protestó tanto por la propuesta de abolir el “Día de la Gran Oración” como por no participar en ningún diálogo con el Gobierno.
Sólo cabe esperar que esta sacrosanta batalla en defensa de las tradiciones cristianas nacionales haga que los daneses redescubran la propia fe cristiana que, según las encuestas sociológicas, ha caído en el olvido.
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