3 cualidades del buen amor (y 1 del malo)

Quien ama bien no solo quiere que la persona amada exista, sino que aspira con toda el alma a que sea buena

1. El buen amor es “ambicioso” (y “responsable”)

Quien ama bien no quiere solo que la persona amada sea, que exista, sino que aspira con toda su alma a que sea buena: a que alcance la plenitud de perfección a la que se encuentra llamada y, con ella, la felicidad, la dicha.

Busca con denuedo la plenitud del amado y no ceja hasta conseguirla.

No le importan las derrotas ni la vergüenza y el dolor que las acompañan:

Quien ama bien no solo quiere que la persona amada exista, sino que aspira con toda el alma a que sea buena.

2. El buen amor es “clarividente” (y “responsable”)

Anticipa la perfección futura del amado… ¡y se empeña en conseguirla!

El buen amor no es ciego, sino perspicaz: no solo descubre la grandeza actual de la persona amada, sino que anticipa su perfección futura, lo que está llamada a ser (¡y se empeña en conseguirla!).

Al enamorarnos, sin proponérnoslo y sin advertirlo, por la misma fuerza del amor, anticipamos toda la maravilla que el otro está llamado a ser, se la atribuimos ya… y nos gozamos en ella: de ahí el enorme placer de sentirse enamorados.

Con cada hijo sucede algo muy parecido: también “soñamos” su perfección futura y también se la adjudicamos ya ahora, sin esfuerzo, con la inmensa satisfacción que eso nos proporciona.

Amar a un hijo:

El buen amor anticipa toda la maravilla que aquel a quien amamos está llamado a ser… y se empeña en hacerla vida.

3. El buen amor es “justo” (y “responsable”)

Otorga a cada realidad el valor que le corresponde.

(Aunque pretenda ocultárnoslo, es bastante “metafísico”. Descubre sin demasiado esfuerzo y como sin darle importancia, que:

El buen amor percibe, por tanto, los defectos y las cualidades del amado, ¡claro que sí!

Pero abandona en el segundo plano que les corresponde a los defectos; sitúa en primer lugar las cualidades y lucha para que crezcan y se desarrollen… aunque eso implique alguna vez dolor y sufrimiento por parte de uno mismo y de la persona a la que se ama (cónyuge, hijos).

El buen amor percibe tanto los defectos como las cualidades, pero otorga a cada uno su auténtico valor y actúa en consecuencia.

4. El mal amor es… ¡ciego! (y “no-responsable”)

El “mal amor”, sin embargo, sí que es ciego: no quiere ver los defectos del otro ni luchar junto con él/ella para superarlos.

El mal amor de pareja:

El mal amor paterno-materno:

El mal amor es ciego: se ama tanto a sí mismo… que se impide ver lo que disminuiría la propia complacencia narcisista, aunque eso implique desentenderse del bien real del amado. 

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