En una decisión histórica, el Tribunal Supremo del Reino Unido dictaminó por unanimidad que las definiciones legales de “mujer” deben basarse en el sexo biológico, rechazando la idea de que las personas transexuales con un certificado de reconocimiento de género (CRG) puedan ser clasificadas como mujeres.
Este veredicto, emitido el 16 de abril, reafirma la verdad fundamental de que es la biología, y no la ideología, la que determina el sexo.
La sentencia en el caso de Women Scotland Ltd contra los ministros escoceses supone una importante victoria para quienes llevan mucho tiempo luchando por preservar la integridad de los derechos basados en el sexo frente a la invasión de la ideología transgénero.
El caso tiene su origen en una prolongada batalla entre los defensores de los derechos de la mujer y el gobierno escocés, que en 2018 intentó redefinir el término “mujer” para incluir a los hombres que se identifican como féminas.
Esta medida, arraigada en la ideología progresista de género, fue anulada en 2022 cuando los tribunales dictaminaron que excedía la autoridad del gobierno.
Sin inmutarse, el gobierno escocés emitió una nueva orientación que mantenía que las mujeres biológicas son mujeres, pero también concedía reconocimiento legal a los hombres con GRC como mujeres.
Women Scotland Ltd impugnó este compromiso, alegando que socavaba la realidad del sexo biológico. Después de que los tribunales inferiores desestimaran su recurso, el Tribunal Supremo se hizo cargo del caso, asestando un golpe decisivo a la postura del gobierno.
Voces conservadoras de todo el Reino Unido han saludado la sentencia como una vuelta al sentido común. Kemi Badenoch, líder del Partido Conservador, declaró: “Decir “las mujeres trans son mujeres” nunca fue cierto de hecho y ahora tampoco lo es de derecho”.
Activistas como Maya Forstater, de Sex Matters, destacaron las implicaciones de largo alcance del fallo, señalando que obligará a organizaciones, empleadores y proveedores de servicios a alinearse con el reconocimiento legal del sexo biológico.
La decisión se considera un rechazo a las políticas de “autoidentificación” que han erosionado la protección de los espacios y los derechos de las mujeres, y devuelve la claridad a la definición de sexo de la Ley de Igualdad.
La sentencia también ha suscitado una reflexión sobre las fuerzas culturales y políticas que hicieron necesario tal debate. El candidato del Partido Reformista, Joseph Robertson, calificó de “parodia” que la definición de mujer requiriera la intervención del Tribunal Supremo, mientras que el diputado Rupert Lowe tachó el debate de “locura absoluta”, afirmando que la realidad biológica no puede ser alterada por tendencias ideológicas.
Estos sentimientos subrayan una crítica conservadora más amplia de las políticas progresistas que dan prioridad a los sentimientos sobre los hechos, en particular bajo el gobierno laborista dirigido por el primer ministro Keir Starmer.
El bien documentado equívoco de Starmer sobre la cuestión de lo que constituye una mujer ha alimentado la frustración pública, poniendo de relieve la alineación de los laboristas con el activismo transgénero a expensas de la verdad biológica.
La decisión representa un punto de inflexión cultural, al reafirmar que el sexo biológico es una realidad inmutable que no puede eliminarse por ley.
Mientras el Reino Unido lidia con las implicaciones de esta sentencia, es un paso hacia el restablecimiento de la razón y la protección de los derechos de la mujer en una sociedad cada vez más moldeada por las batallas ideológicas.
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