No funciona
Atender solo o principalmente a las “meteduras de pata”, a lo más negativo de tu cónyuge y pretender que lo corrija
- Te amargarás la vida, llenando tu mente de agravios, dificultades y problemas que te irritan.
- Harás que se cierre en banda o que haga mutis por el foro, porque se sentirá atacado (él)… y que te responda a gritos y haga una enumeración exhaustiva de tus propios errores —y bien sabes lo “bien” que puede hacerlo—, porque se sentirá atacada (ella).
- Entraréis en una espiral ingrata y de difícil solución, que no hará sino empeorar las cosas, en una suerte de crescendo del que no es fácil salir… ¡y ni siquiera es sencillo querer salir!
- Mejor no sigo… ¡y mejor que tú tampoco sigas por este camino!, por favor.
Prestar atención solo a lo que no va es la mejor manera de amargarse la vida y destrozar la convivencia.
Sí funciona (¡sí, funciona!, te lo aseguro)
Prestar una atención exclusiva a lo mejor de tu cónyuge (siempre que sea verdadero: no inventes; observa con atención, optimismo, magnanimidad y buen humor)
- De entrada, tendrás una visión más positiva de tu matrimonio, de tu familia y del conjunto de la vida: siempre compensa alimentar la inteligencia, la memoria y la imaginación con realidades y pequeños sucesos que alegren la existencia.
- Transmitirás tu “buena onda” al cónyuge, alegrándole también a ella/él la vida con lo que sí va en vuestra relación.
- Aunque solo sea por “vergüenza torera”, tu cónyuge sentirá el impulso de adecuar su comportamiento a la buena imagen (suya) que le estás trasmitiendo y resaltando (y no solo por “vergüenza torera”: no olvides lo que repetía Goethe: “a las personas hay que tratarlas mejor de lo que son, porque si no las haremos peor de lo que son”).
- Ella/él se sentirá así movida/o a hacer otro tanto contigo… e inauguraréis un proceso de pequeñas alegrías y victorias menudas que se realimentan recíprocamente: de más a más y de mejor a mejor.
Atender a lo mejor de quienes nos rodean, además de ser más justo, es el modo más eficaz de lograr una mejora efectiva de todos y cada uno.
No funciona
Exigir tus derechos y reclamar cuando pienses que no se respetan
- Estarás siempre en un tris de enfadarte, porque todos pensamos que nuestros derechos son muchos (y en parte tenemos razón): por eso, no es fácil para quienes nos rodean atenderlos puntual y plenamente.
- Por cada derecho que sumes a tu lista (aunque sea una lista solo mental y casi solo implícita)… crearás una ocasión más de enfadarte, cada vez que no se tenga en cuenta.
- El proceso que así se abre es prácticamente infinito: la persona humana, también tú y yo, somos realmente grandes (inefables): puestos a reclamar nuestros derechos (reales, no solo imaginarios)… ya no se puede parar.
- Será muy difícil que experimentes gratitud hacia nadie, incluso hacia quien mejor te trata, porque cualquier bien que te hagan lo considerarás un “derecho” (tuyo y, por tanto, “deber” del otro, que no hay por qué agradecer).
Poner el punto de vista en los propios derechos es el camino más corto y directo hacia… ¡la frustración continua!
Funciona
Ser agradecido/a y buscar constantemente motivos para mostrarlo
- Importante: aquello por lo que des las gracias debe ser siempre algo real (no imaginado ni inventado), aunque te parezca (y sea) una pequeñez (y entran también aquí los “deberes” de tu cónyuge: lo que él/ella tiene obligación de hacer; podría saltarse ese deber, por lo que el hecho de cumplirlo es ya un motivo de gratitud).
- Dar las gracias, siempre por motivos reales, aunque sean pequeños (y normalmente lo serán) tiene, en primer término la ventaja de que advertirás favores y detalles de cariño menudos que los demás te hacen, con lo que mejorará tu visión de la vida y serás más optimista.
- Además, como de ordinario no puedes dar las gracias en el momento en que te han hecho el favor o tenido la delicadeza contigo, cuando lo recuerdes para agradecerlo (siempre que el motivo sea real y concreto), volverás a experimentar el placer de saberte y sentirte querido.
- Al expresarlo con palabras, paladeándolas si ves que te ayuda, de nuevo actualizarás el gozo de saber que eres importante para alguien.
- (Si te sientes con fuerza, y te “sale”, siempre que no resultes cargante o pesado, puedes agradecer de nuevo aquello a lo que ya te referiste, haciendo mención de que eres consciente de “repetirte”.)
- La persona a la que lo agradeces se alegrará a su vez y, si de veras la quieres, tú disfrutarás también con su alegría.
- Cuando recibes las gracias por algo que has hecho, incluso aunque no te haya costado ningún esfuerzo, experimentas la inclinación a repetirlo (o detalles similares): al dar las gracias propicias un clima de alegría y mutua aprecio en tu matrimonio (y en tu familia).
La gratitud recompensa de mil modos, a cuál más jugoso, la deferencia que tenemos al mostrarnos agradecidos.
Nunca funciona
Tener que “ceder” constantemente
Concebir lo que tu cónyuge te pide, y a ti no te entusiasma, como una dolorosa imposición, que lastima terriblemente… ¡tu ego! (tu tonto orgullo y tu tonta vanidad):
- «¿Voy a tener que ceder siempre yo, solo porque tú lo dices?»
El mayor enemigo de tu felicidad y la mía es… nuestro insaciable ego (gordo y feo).
Siempre funciona
¡Amar… en lugar de “ceder”!
Transformar cualquier petición de tu cónyuge en una oportunidad para manifestar y hacer crecer tu amor.
- «Personalmente, desde el punto de visto humano, el que Lourdes, mi mujer, quiera o no quiera algo… es el motivo de más peso para que yo lo haga o deje de hacerlo. ¡Si la mayor ilusión de mi vida es ayudarla a ser feliz!»
Prueba… y verás que vale la pena
En lo humano, el motivo de más peso para hacer o dejar de hacer algo es que Lourdes, mi mujer, lo quiera o no lo quiera
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