La Unión Europea incoó ayer un expediente por infracción contra Hungría y Polonia. Lo hizo por la “falta de respeto a los derechos LGBT+”. Es un delito, es decir, ya es un delito, es incluso un delito internacional de alcance europeo, defender la verdad y oponerse a la mentira. Probablemente los cazadores de noticias falsas y de la posverdad estén de vacaciones. Hungría y Polonia tienen todas las razones para no respetar los “derechos LGBT+”, ya que los “derechos LGBT+” no existen. Hay derechos de las personas, intrínsecos e inherentes a su naturaleza, incluso antes de saber quiénes son esas personas, qué hacen, qué piensan, cómo viven, qué eligen, etc.
¿Acaso no vivimos -y con razón- en un mundo que se indigna cuando se pisotean los derechos humanos, que lucha -y con razón- para que los derechos humanos se garanticen en todo momento y en todos los casos, que exige -y sacrosantamente- que los seres humanos no se dividan en razas, categorías, series A, o B o C, se distingan por credo, religión y “orientación sexual”, se discriminen por ser negros, amarillos, blancos, rojos, almendrados o transmisores de ¿minusvalías?
¿Acaso no habitamos un mundo que pretende que todos los hombres sean iguales y se consideren iguales por ser hombres?
Entonces, ¿por qué pretendemos derogar la defensa y la protección de los derechos de la persona humana como tal para inventar que un constructo cultural, una ideología, incluso una inclinación personal, tal vez incluso -terrible- una función sexual, necesitan de protección? ¿Cree alguien que la persona, cualquier ser humano, es reducible a una raza, un color de piel, una característica física, una deficiencia, una orientación, un gusto, un antojo o -lo que es más terrible- una función sexual?
Nadie con sentido común consideraría que soy digno de protección internacional por sacar la tarjeta amarilla o roja a quien me falte al respeto porque me entusiasma Gandalf, o Batman o Astérix. Mis prerrogativas como ser humano, es decir, como persona, incluyen los derechos intrínsecos e intangibles, en primer lugar la vida (porque sin ella, el resto ni siquiera existe), luego la libertad religiosa (que es el primer derecho político humano dado que la forma en que una persona regula su existencia depende de cómo se gobierne), y luego el derecho a la libertad religiosa (que es el primer derecho político humano dado que de cómo una persona regula su propia existencia desde su concepción se derivará el resto de su vida psíquica, social, cultural y política); en tercer lugar, la propiedad (para que la libertad tenga oportunidades concretas de expresión). Mi derecho a no ser discriminado si los libros de Emilio Salgari me cautivan, está aquí dentro o no está en ningún lado. Pretender ampararme en mis gustos, orientación o cultura, y no en esa libertad que, caracterizándome como persona es el instrumento para que la verdad encuentre su lugar, sería tan ridículo que nadie me escucharía.
En otras palabras, proteger los “derechos LGBT+” es una falacia indirecta, ya que, sea LGBT+ o heterosexual, una persona goza de derechos que son -bendita sea- independientes de sus especificidades, que incluso son ontológicamente (e incluso cronológicamente) anteriores a ellas. Si yo fuera, y no lo soy, LGBT+, me sentiría mal si alguien me inculpara y luego pretendiera protegerme por mis opciones y orientaciones personales, o por mis gustos e inclinaciones, o por mi cultura e ideología, pero no como persona, y ello por la sencilla razón de que me parecería completamente superficial la defensa de un caso único, que la buena filosofía definiría por accidente, y no por la esencia ontológica que me hace ser persona humana. Budapest está ahora en el punto de mira de la Unión Europea por aprobar una ley que protege a los menores contra cualquier agresión cultural y física, así que si contra cualquier agresión, obviamente también contra la posible agresión homosexual, y Varsovia por el falso asunto de las zonas ” libres de LGBT+“. En ambos casos -como dije al principio- la UE golpea a dos Estados miembros porque luchan contra la mentira. Tomemos todos buena nota, ya que sólo estamos al principio.
Fuente de la imagen: Think, foto de Nick Youngson de Thebluediamond, con licencia CC by SA 3.0
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