Last updated on marzo 15th, 2022 at 07:21 am
Primera parte: ¿Nos controlan la mente? Parte 1.
En el capítulo anterior analizamos algunas de las formas que, a lo largo del siglo pasado, se fueron desarrollando para controlar la mente tanto de esclavos de las guerras, como de la población civil.
Uno de los personajes que más ha aportado en la comprensión de la manipulación mental ha sido el lingüista Noam Chomsky, el cual, con el lema de “armas silenciosas para guerras tranquilas”, desvela las artimañas que, sobre todo los medios de comunicación, realizan para lograr que los espectadores lleguen a asumir ideas y posturas que, de no haber sido sometidos a esa manipulación mental, nunca hubieran aceptado. Tal es el caso de cómo han ido introduciendo la asimilación del aborto como un derecho, cuando hace apenas un par de décadas eso era prácticamente un tema tabú por la repulsa social que provocaba. O sin ir más lejos, el hecho de que nos llegara un hombre diciendo que se llama María porque él se autopercibe mujer por lo que exige su derecho a entrar en el baño de chicas. Esto, no sólo nos hubiera provocado asombro, sino unas cuantas carcajadas. Hoy ya no nos hace tanta gracia, más bien porque la sociedad ha tenido tal lavado de cerebro que esas afirmaciones no sólo no se ponen en tela de juicio, si no que se aplauden como algo propio de una persona que es valiente por decir lo que siente a pesar de las continuas discriminaciones que dicen estar sufriendo.
Pero continuando con el tema que nos ocupa, veamos lo que este personaje tan relevante del s. XIX, Chomsky, nos dejó entre sus escritos: “Las 10 estrategias de manipulación a través de los medios”. Un muy interesante documento que resulta de total actualidad.
1. La estrategia de distracción. Ya sabemos: el pan y circo que a los romanos les funcionó muy bien. Hoy tenemos cientos de series en Netflix, aplicaciones de redes sociales con vídeos y noticias interminables, la pornografía, las drogas o el clásico fútbol que nunca falla. De esta manera, uno no tiene tiempo (ni ganas) de ocuparse de otros asuntos, de investigar o comparar informaciones diversas para discernir la verdad.
2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Es muy sencillo: se alerta a través de los medios a los ciudadanos sobre alguna noticia que haya habido, como pudiera ser el maltrato físico y psíquico que tuvo que soportar una mujer de su marido, para luego, con el tiempo, acabar muerta por sus propias manos. El problema está planteado, ahora solo hace falta bombardear cada vez con más frecuencia con este tema en los medios. De esta manera, el problema, aunque real, se magnifica de tal forma que la población llega a captar que estamos en una especie de plaga de hombres maltratadores (ocultándose a su vez las mujeres que hacen lo suyo a los hombres). Los políticos lo discuten y al final deciden que para erradicar esta situación hay que hacer una ley: la ley de violencia de género. Claro está que la gente, bastante más tranquila porque el “salvador” ha brindado una estupenda solución, ni se preocupa en analizar cómo es realmente esa ley: una verdadera herramienta destructiva del hombre y las familias. Lo mismo podríamos decir de cuestiones relacionadas con el clima o la salud, por ejemplo, ellos crean el problema y muy altruistamente nos dan la solución.
3. Estrategia de gradualidad. Como hemos visto en el punto anterior, para que el plan funcione, hace falta sacar toda la artillería y buscar por todos los rincones para que las noticias relacionadas con ese asunto salgan casi las 24 horas del día a la luz. Aunque poquito a poco, como un goteo constante pero sutil, no vaya a ser que surjan sospechas y halla una estampida. De esta manera, pocos se resistirán a la tentación de creer a ciegas eso que se publicita.
4. La estrategia de diferir. Evidentemente que todo no se nos va a poner muy fácil, porque perdería su encanto y a las personas, no sé bien por qué, nos gustan los retos difíciles. Es por ello por lo que, aunque la solución prevista conlleve unos sacrificios iniciales, se ofrece una recompensa a la larga que amansa a los que se hayan revuelto por este tema. Así, aunque el padre tenga que permanecer un tiempo sin ver a sus hijos mientras la denuncia presentada se resuelva, (lo cual puede tardar años, y suponga la falta de contacto de esos niños con su padre), es un mal menor que con el tiempo se solucionará. O, aunque tengamos que inyectarnos dosis en fase de experimentación, lo hacemos por el bien común, por la esperanza en esa promesa que los salvadores nos han dicho que logrará parar de una vez por todas esta pesadilla sanitaria.
5. Dirigirse al público como criaturas de corta edad. Que sea un mensaje de un modo básico y sencillo. Las noticias deben de ser tratadas como si a un público infantil fueran dirigidas. De esta manera, no cabe duda, de que todos las comprenderemos perfectamente, y como no podría ser de otra forma, se logra una respuesta por parte del receptor también infantil.
6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Sabemos que cuando se activa la parte del cerebro que controla las emociones, la parte encargada del razonamiento crítico puede quedar desactivada. Cuántas veces no habremos visto en la televisión a mujeres maltratadas contando historias muy trágicas que nos han hecho saltar las lágrimas. Cuántas veces el ver los hospitales llenos de enfermos en plena pandemia no nos ha provocado un sentimiento profundo de dolor y tristeza. Sin analizar más allá, sin aceptar otras versiones, tendemos a dejarnos arrastrar por esa emoción experimentada y a dar una respuesta, por lo tanto, también emocional sin base racional.
7. Mantener al público en la ignorancia o la mediocridad. Noam Chomsky en “Armas silenciosas para guerras tranquilas” exclamaba que: “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores”. Es decir, que ya no sólo por medio de los mass media van a introducir un contenido poco cultural, nada enriquecedor y bastante sesgado, si no que la educación es clave para este objetivo de producir ciudadanos ignorantes para así ser futuros ciegos obedientes.
8. Estimular al público para ser complacientes con la mediocridad. Nietzsche decía: “la mediocridad es la más feliz de las máscaras que puede usar un espíritu superior, porque el gran número, es decir, los mediocres, no sospechan que en ello haya engaño”. Actualmente es fácil constatar esta afirmación, es más, el número de ignorantes es cada vez más elevado, pero pareciera como si no hubiera muchos complejos por ello. Y realmente es así, no los hay porque se regocijan en su ignorancia que ignoran creyéndose sabios o sin necesidad de ampliar sus conocimientos.
9. Reforzar la autoculpabilidad. Es muy propio hoy en día de caer en el victimismo fácil. Ya no solo justificado por injusticias que se perciben, si no hacia uno mismo que siente y padece todo a su alrededor como si de un mártir se tratara, bien por la situación que tiene o bien, por su falta de encontrar respuestas a sus problemas. De esta manera, la rebeldía contra los que gestionan el poder social, queda anulada en favor de la apatía personal.
10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. Esto no es ni más ni menos que el control mental al que nos tienen sometidos hace décadas. Su intención es clara: adelantarse a nuestras necesidades para inducirlas, mantenernos esclavizados y distraídos las 24 horas del día, satisfacer nuestras demandas emocionales y placenteras continuamente… ya lo decía al principio: pan y circo, y mientras tanto, nos van modificando nuestro modo de pensar, de creer, de sentir, nuestras aspiraciones y proyectos, estilos de vida… para llevarnos a esa nueva humanidad global que tanto ansían lograr, la ciudadanía global. Una tiranía perfectamente encubierta tras nubes de algodón de entretenimiento espolvoreadas con azúcar. Continuaremos analizando en los próximos capítulos todo este control mental para conocer algunos de los modos más habituales que utilizan, qué objetivos persiguen y quienes son “esos” que lo provocan.
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