En 1948 la Organización de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y en su artículo 16, inciso 3 se afirma: «La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado»1. En tal sentido, y al tratarse de la única institución objeto de tal protección, es relevante que entendamos por qué es tan ponderada, cuando además existen diversos pronunciamientos de la Comunidad Internacional que respaldan dicho enunciado como el de La Convención de los Derechos del Niño, El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y El Convenio Internacional de los Derechos de las personas con Discapacidad.
Sin embargo, a pesar de la claridad de estos pronunciamientos, podemos constatar que por desgracia nos encontramos actualmente no sólo ante declaraciones estériles sino ante un escenario político, social y cultural que pone en tela de juicio la trascendencia de la llamada célula fundamental de la sociedad.
La realidad nos muestra que nuestras sociedades han pasado de estar constituidas mayoritariamente por parejas unidas por un vínculo conyugal, a una creciente pluralidad y complejidad de nuevas formas o estructuras familiares. Este creciente fenómeno viene obteniendo una aceptación social cada vez mayor2; hablamos por ejemplo, de parejas que cohabitan sin ningún tipo de compromiso y de modo privado sin reconocimiento jurídico, familias desintegradas por el divorcio donde la propia separación genera distanciamiento y el progresivo abandono de la responsabilidad paternal y conyugal, nuevas uniones reconstituidas donde uno o ambos miembros de la pareja ya vienen con hijos de matrimonios o uniones previas, familias monoparentales con un solo padre biológico o, matrimonios que desde sus inicios se han negado a toda posibilidad procreadora. Así podemos encontrar otras situaciones que forman parte del variado menú social que bajo el amparo de la libertad, como principio absoluto de las democracias y la modernidad, exigen reconocimiento y derechos de sus uniones ante la autoridad competente.
En ese contexto, algunos autores a inicios del siglo XX han propuesto tesis donde configuran una sociedad sin familia o donde la familia ha paso a ser cualquier grupo de personas sin vínculo consanguíneo ni estabilidad relacional, que amparándose en premisas evolucionistas la han calificado como una reliquia del pasado, consideran además, como un paso inevitable, que para que el proceso de modernización e individualización3 se afiance, la familia debe ser reducida y limitada a la esfera privada, siendo la Ley de la contracción de Durkheim un reflejo de esta perspectiva.
Ante dicho escenario es pertinente, honesto y forma parte del espíritu académico universitario preguntarnos si la familia es todavía un recurso para la persona y la sociedad como lo plantea Donati4 o, si se trata más bien de una institución que fue muy importante en el pasado, pero que se ha convertido incluso en un obstáculo que impide la emancipación de los individuos en el advenimiento de una sociedad cada vez más inclusiva, igualitaria e individualista.
Al tratarse de una institución que por siglos ha sido medular para el bienestar y desarrollo tanto de las personas como de la sociedad en su conjunto, la familia se ha convertido en un objeto importante de estudio, y es responsabilidad de la comunidad académica profundizar en los efectos de esta nueva ola de tendencias sociodemográficas que vienen generando estilos de vida y patrones de comportamiento relativamente nuevos; todo ello con un enorme impacto cultural.
Décadas atrás, la familia era una institución consolidada, estadísticamente fuerte, económicamente importante y socialmente relevante para las naciones, las funciones de la familia eran vitales para la sobrevivencia de la estructura social. Hoy los conceptos de matrimonio y familia han sido desvalorados y tergiversados por gran parte de la sociedad, los matrimonios ya no son para siempre, son quebrantables y meramente contractuales, las parejas prefieren uniones libres sin compromiso y, como consecuencia directa, los niños crecen cada vez más en hogares monoparentales o desintegrados.
La evidencia científica encontrada señala que la desestructuración de la familia no ha mejorado para nada las condiciones y bienestar de las personas sino todo lo contrario; las han empeorado notoriamente y las repercusiones en los diversos ámbitos de la sociedad son hoy en día parte de una compleja y nueva realidad.
El debilitamiento de la familia viene generando importantes secuelas: personas que viven un sinsentido, crisis educativa, deterioro de la moralidad, imperante soledad, ausencia de valores, el “invierno” demográfico, nuevas socio patologías, etc. que son solamente la punta del iceberg que pone de manifiesto una cruda realidad que muchas veces no se quiere afrontar.
La otra cara de la moneda nos muestra todavía, afortunadamente, las bondades de una familia bien estructurada. Los niños tienen más posibilidades de desarrollarse afectiva, cognitiva y emocionalmente cuando son educados en un ambiente constituido por ambos padres biológicos que mantienen una relación estable en el tiempo5. Muchos estudios demuestran lo que ya el sentido común nos señalaba, que la familia ha sido, es y seguirá siendo el corazón de la cultura. El matrimonio incrementa el capital humano y social6, genera un comportamiento financiero prudente, e incrementa niveles de ahorro e inversión; la economía se activa considerablemente y tienden a prosperar cuando hombres y mujeres se casan y tienen hijos7, los hombres casados trabajan más y mejor, son más productivos, adquieren mejores puestos de trabajo y alcanzan mejores niveles salariales8. Las bondades de la relación monógama, estable y permanente entre un hombre y una mujer son innumerables: incrementa la esperanza de vida de hombres y mujeres9, reduce la posibilidad en mujeres de ser víctimas de crímenes y violencia10, reduce costos de asistencia social y favorece el incremento en la tasa de natalidad11, reduce la probabilidad de vivir escenarios de pobreza12, etc.
La familia es una institución que le otorga a la sociedad la base estructural y la posibilidad de generar un auténtico desarrollo; sin el matrimonio y la familia no habría estabilidad para los niños y la continuidad de las sociedades se vería seriamente afectada.
A la familia se le reconoce su relevancia jurídica13, social14, educativa15 y política16; atribuyéndosele una importante capacidad de generación de bienestar y de bien común no sustituible por otras instituciones. La importancia de la familia no radica en su utilidad porque sus miembros no son objetos sino personas, la familia es por tanto un bien en sí misma y sólo cuando sea comprendida, valorada y atendida por lo que es, cosecharemos los buenos y abundantes frutos que todos esperamos.
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1. Naciones Unidas. (1948). Declaración Universal de los Derechos Humanos, consultado en Junio 28, 2020, https://www.un.org/es/documents/udhr/.
2. World Population Data Sheet. (2015). Demographic Data and Estimates for Countries and Regions of the World.. Washington: Population Reference Bureau.
3. Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim.(2017).El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas. Madrid: Paidos.
4. Pierpaolo Donati.(2012). La famiglia risorsa della societa. Familia et Vita, Nro. 2(3), 35-52.
5. W. Manning y P. Smock.. (2002). First Comes Cohabitation and then Comes Marriage?. A Research Note Journal of Family Issues, Nro. 23(8), 1065-1087
6. G. Becker.(1983). El capital humano. Madrid: Alianza editorial.
7. P. Fagan, A. Kitt y H. Potrykus. (2011). Marriage and Economic Well-Being: The Economy of the Family Rises or Falls with Marriage . Washington D.C: Marriage and Religion Research Institute.
8. M. Krapf, H. Ursprung y C. Zimmermann, C.(2014). Parenthood and Productivity of Highly Skilled Labor: Evidence from the Groves of Academe Research Division. St. Louis: Federal Reserve Bank.
9. R. Kaplan, y R. Kronick..(2006). Marital status and longevity in the United States population. Los Angeles: University of California.
10. S. Brown y R. Bulanda.(2008). Relationship Violence in Young Adulthood: A Comparison of Daters, Cohabitors, and marrieds. Social Science Research, Nro. 37, 73–87
11. B. Wilcox y C. Cavallé. (2011). The sustainable demographic dividend: What do marriage and family have to do with the economy?. Charlottesville: Social Trends Institute.
12. S. Herrera, V. Salinas y E. Valenzuela, E. (2011). Familia, pobreza y bienestar en Chile: un análisis empírico de las relaciones entre estructuras familiares y bienestar. Revista del Instituto de Sociología y el Centro de Políticas Públicas de la Universidad de Chile, Nro. 11(1), 1-19.
13. F. D`agosstino (2006). Filosofía de la Familia. Instituto de Ciencias para la Familia. Madrid: Ediciones Rialp.
14. Bradford Wilcox. (2006). El matrimonio importa: veintiséis conclusiones de las ciencias sociales..Estados Unidos: Social Trends Institute.
15. A. Gervilla. Familia y educación familiar (2008). Madrid: Narcea.
16. E. Hertfelder, M. Martínez-Aedo y L. Velarde. (2011). La familia, desafío para una nueva política: propuestas para una política pública con perspectiva de familia. Madrid: Instituto de Política Familiar. IPF.
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