Mientras San Marino legalizaba el aborto y Suiza el “matrimonio” LGBT+, el domingo 26 de septiembre Alemania elegía un nuevo parlamento con mayoría socialista reforzando así su ala progresista. De esta forma y por primera vez, dos diputados que dicen ser mujeres se sentarán en el Bundestag, el parlamento federal alemán. En realidad, uno ya era diputado. No es, por tanto, la primera vez que un hombre transgénero se sienta en el Bundestag: pero sí que es la primera vez que ya son dos los que toman su escaño. Es de destacar que los certificados válidos para el parlamento federal permiten elegir entre tres sexos desde diciembre de 2018, después de que el Tribunal Constitucional del país dictaminara que la “intersexualidad” (¿?) de las personas debe ser respetada oficialmente.
Hablamos de Markus Ganserer, que responde al nombre de “Tessa”, de 44 años y procedente de Baviera y de “Nyke” Slawik, de 27 años y procedente de Renania del Norte-Westfalia, cuyo nombre real no se puede encontrar ya en los registros: el nombre de Ganserer ya era difícil de encontrar y toda la prensa, así como Wikipedia, lo silenciaron a propósito. Ambos pertenecen al “Bündnis 90/Die Grünen”, el partido ecologista que desempeñará un papel importante en la formación del futuro gobierno de coalición alemán.
Ganserer está casado con Ines Eichmüller y la pareja tiene dos hijos. Su esposa participa activamente en el Foro Intereuropeo sobre Población y Desarrollo en el tema de la “salud reproductiva” (anticoncepción, aborto, etc.) y en el parlamento regional de Baviera (cuya ex presidenta Ilse Aigner, del Partido Social Cristiano, es fan de “Tessa”) y trabajó para Claudia Stamm, la portavoz de igualdad de género de los Verdes. A los que se preguntan por el futuro de la extraña pareja, Inés responde tajantemente que, “aunque algunas personas que no saben lo que pasa han sugerido que vamos a romper, es todo lo contrario: porque nos queremos, sobre todo en los momentos difíciles”.
En cuanto al recién llegado Slawik, seguro que pronto se descubrirán otras maravillas. Sí, sólo otro día más de locura cotidiana y ni siquiera valdría la pena dar cuenta de este suceso si no fuera por la coincidencia de fechas con el advenimiento del aborto en San Marino y el “matrimonio” homosexual suizo en un auténtico Caporetto -dirían todos menos los pro-Hamburgueses-, así como la singular simultaneidad con lo expresado con fuerza secular y claridad católica por el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, en su mensaje a la 76ª Sesión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas el mismo 25 de septiembre, publicado casualmente el 26 de septiembre: “La familia, a la que la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce como ‘el elemento natural y fundamental de la sociedad’, se ve manipulada. Ello es también evidente en las nuevas interpretaciones de los derechos humanos existentes, separados de los valores universales que los sustentan. En muchos casos, los “nuevos derechos” no sólo contradicen los valores que supuestamente defienden, sino que se imponen, a pesar de la ausencia de cualquier base objetiva o consenso internacional. La Santa Sede considera que, al privar a los derechos humanos de su dimensión universal original, estas nuevas interpretaciones parciales se convierten tristemente en el punto de referencia ideológico de un “progreso” espurio y en un motivo más de polarización y división. Lamentablemente, esto es lo que estamos presenciando ante el constante intento de introducir nuevas agendas controvertidas para guiar a las Naciones Unidas en contra del propio mandato que han recibido estos organismos”.
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