¿Puede la decisión de traer un niño al mundo depender de cuánto dinero uno puede recibir a cambio? Obviamente no. ¿Aunque la falta de dinero ponga en riesgo que ese hijo sea criado y cuidado y educado de una manera manera digna?
Estas dudas no son asuntos menores para las mujeres que respondieron a un estudio,publicado en The Guardian y realizado por el British Pregnancy Advisory Service (BPAS), que se define a sí mismo como “el principal proveedor de abortos del Reino Unido” y “defensor de los derechos reproductivos de las mujeres”. El BPAS propaga, en su página de Internet, el aborto quirúrgico, el aborto medicalizado y la vasectomía, promocionándose como servicios de alta calidad a precios asequibles y que aboga por la salud de las mujeres.
Lo será. Sin embargo el artículo de The Guardian dice lo contrario. Afirma que no se trata de una cuestión de elección, sino de obligación e inevitabilidad. De hecho, la Política del “límite de dos niños”, legislación que entró en vigor en 2015 en Gran Bretaña por los recortes presupuestarios, estipula que la aportación fiscal de 2,900 libras (U$D 3,950) por niño, a partir del 6 de abril de 2017 se limita únicamente a dos niños por familia. A partir del tercer niño, para él o para ella, nada. Esto haría imposible que las familias, y en particular las madres solteras, se ocuparan de un posible tercer hijo a menos que “empobrecieran” a los dos primeros, especialmente en la situación económica y laboral de grave dificultad causada por la propagación de la pandemia de CoVid-19. Hay tantos “nuevos pobres”, tantas familias a merced del desempleo y los subsidios estatales.
La idea central del artículo de Polly Toynbee en el periódico mencionado. la “voz líder liberal del mundo” De esto se trata: Las mujeres británicas, abrumadas por la crisis, están forzadas a pesar de ellas a a eligir abortar, para terminar voluntariamente a un tercer embarazo, debido a recortes en el bienestar destinado a las familias menos acomodadas, un perfil muy atractivo en el pasado para el Partido Conservador, específicamente por los antiguos líder Iain Duncan Smith y el ex-Canciller del Tesoro George Osborne, con la intención de reducir los gastos y simultáneamente hacer que los ciudadanos “gorrones” comprendan que la decisión de tener un hijo tiene un coste, y que este coste no puede ser soportado por todos los contribuyentes.
Incluso se evoca la infame “política del hijo único” de Deng Xiaoping (1904-1997) del Partido Comunista Chino, que es, sin embargo, tiene muchas diferencias, y del las que “iFamNews” ha informado en numerosas ocasiones.
Todo esto, sin embargo, no responde a las preguntas que nos hacíamos al principio. Y a las nuevas preguntas que se presentan: ¿tiene el Estado el deber de apoyar a las familias y mujeres necesitadas? Obviamente, sí, en base al principio de subsidiariedad. ¿Tiene el Estado el derecho de pedir a las mujeres que renuncien a tener un niño en aras de la prosperidad de otros? Por supuesto que no, y bajo ninguna circunstancia.
Lo que continuamente se esconde del análisis, es la realidad de que el aborto es un asesinato a pesar de algunas dramáticas situaciones. Es siempre reconfortante leer en LiveAction el artículo con matices profundamente diferentes de Nancy Flanders. En Argentina y en los Estados Unidos tenemos dos realidades absolutamente diferentes, en contextos pobreza. Donde las mujeres afirman abiertamente que no necesitan el aborto y sobre todo que quieren ejercer su derecho a decidir traer a sus hijos al mundo, no suprimirlos.
Los partidarios del aborto en los países iberoamericanos acusan a las mujeres de irresponsables si deciden no interrumpir su embarazo dadas sus precarias condiciones económicamente. En los Estados Unidos, Planned Parenthood, la infame fábrica de abortos, sitúa el 86% de sus locales en aquellos barrios urbanos con menores renta per cápita donde supuestamente piensan que cosecharán más negocio para ejercer sus prácticas.
Lo que demuestra tres realidades geopolíticas diferentes, un Reino Unido en crisis por CoVid-19 y por el Brexit, una Argentina en ruina económica bajo el nefasto presidente abortista Alberto Fernández, y uno Estados Unidos preso de la incertidumbre que se abre paso entre Donald J. Trump y un Joe Biden para autoerigirse portavoz de las mujeres: pero de unas mujeres que no quieren el aborto y que creen que los gobiernos sí deben ayudarlas y apoyarlas y utilizar el dinero para proporcionar bienes y servicios a las personas, pero no destinar recursos para proveer servicios sanitarios gratuitos para acabar con la vida humana en el vientre materno. Yay.
Las mujeres, en definitiva, son en todas partes auténticamente pro-vida.
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