Un escalofriante acto de violencia en Dallas es el último de una creciente campaña anti-ICE dirigida contra agentes e instalaciones federales. Las autoridades dicen que Joshua Jahn, de 29 años, abrió fuego contra una instalación del ICE la madrugada del martes. Alcanzó a tres detenidos del ICE en una furgoneta de transporte sin distintivos, matando a uno, y luego dirigió el arma contra sí mismo.
Los investigadores descubrieron pruebas convincentes de que el ataque de Jahn estaba motivado ideológicamente. Entre los casquillos de bala en la escena había uno en el que se había garabateado con tinta «ANTI-ICE». Los agentes del FBI describen el tiroteo como parte de un patrón de agitadores de izquierda que atacan a las fuerzas del orden de inmigración.
Esto dista mucho de ser un incidente aislado. En los últimos meses, las instalaciones federales de todo el país, desde Portland hasta Illinois, se han enfrentado a disturbios, incendios provocados y protestas violentas dirigidas contra el ICE. En varios casos, los alborotadores desplegaron fuegos artificiales, granadas de humo e incluso armas improvisadas para enfrentarse a las fuerzas del orden.
La creciente hostilidad hacia las autoridades de inmigración tiene graves consecuencias. Estos ataques socavan el estado de derecho, envalentonan a los radicales y ponen en peligro la seguridad de los agentes encargados de hacer cumplir las fronteras de Estados Unidos. El tiroteo de Dallas deja claro que el riesgo ha aumentado más allá de las protestas hasta la violencia letal.
Ahora más que nunca, el ICE necesita un firme respaldo federal y una aplicación coherente de la ley. El terrorismo izquierdista debe ser aplastado, y los agentes del orden deben poder proteger a los ciudadanos estadounidenses sin temor constante a represalias por parte de las mismas personas a las que intentan proteger.