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Primera parte: Teología de la Familia, por José Granados. (I) Matrimonio: agradecimiento y dimensión relacional de la persona
Segunda parte: Teología de la Familia, por José Granados. (ii): La Ecología de la Familia, a la luz de “Laudato Si”
Tercera parte: Teología de la Familia, por José Granados. (iii) Gradualidad de la ley o la Ley de la gradualidad. Hacia una pedagogía paciente
Llegados ya al final de esta conversación en la ciudad eterna, Roma, el profesor José Granados* analiza, en esta cuarta parte los cauces de la gracia de Dios no solamente a través de los sacramentos, sino también de la gracia actual, o la gracia de estado; a través de la continua providencia de Dios. Tras salir al paso de abusos de la absolución sacramental por un mal entendimiento de la misericordia de Dios, analiza la muerte del amor a manos del placer a cualquier coste, y alaba la llamada de Francisco en Amoris Laetitia a procurar una buena educación afectiva de los jóvenes en materia de sexualidad humana, así como a la necesidad de una buena preparación para el matrimonio.
ASOMBRO POR LA BELLEZA DE LA FAMILIA, Y GRATITUD POR SER PARTE DE ELLA
JOSÉ GRANADOS.- «El primer paso, en lo que toca a la familia, es siempre el asombro por su belleza y la gratitud por haberla recibido. Esto es lo que hace Jesús cuando responde a los problemas de los fariseos hablando del principio, del proyecto originario de Dios sobre la familia. Y en este proyecto originario está el gran don de Dios a todo esposo y esposa. Es una vocación inmensa, y este es el verdadero reto con que se encuentra hoy la Iglesia. Nuestro reto no lo miden los problemas de nuestra sociedad, aunque sean enormes, sino la fecundidad que Dios ha dado a cada familia para que refleje el amor que Dios mismo es y que ha manifestado al mundo en su Hijo Jesús. Hoy muchos rechazan esta presentación del plan originario de Dios sobre la familia, acusándola de no tener en cuenta la realidad en que hoy viven los hombres, que es de gran variedad de problemas familiares.
«Ante esto podemos evocar lo que decía Saint-Exupéry: para enseñar a construir un barco y navegar, no empieces con las técnicas de carpintería, no comiences enseñando a usar martillo y clavo. Sino que el primer paso es despertar en el corazón el deseo por surcar el mar infinito. Es decir, hay una promesa de plenitud en el matrimonio, una vocación originaria, que hace que merezca la pena emprender el gran viaje y nos inspira el deseo de navegar. Como recuerda el Papa Francisco, el hombre y la mujer, amándose, se convierten en imagen de Dios y son, para sus hijos, reflejo de esta imagen divina y esperanza para el camino de la vida.
«Así pues, el gran desafío de la familia es regenerar al sujeto cristiano para que pueda vivir según el plan de Dios. La solución a los problemas de la familia no vendrá desde una mirada distinta hacia las normas, como si bastara relajarlas para que el mundo abrazara el Evangelio. Mientras pensemos que el problema es de normas y que, siendo tolerantes con una norma, ya se ha arreglado todo, nos condenamos a la esterilidad. La clave es otra: regenerar a la persona, devolverle la confianza de que es posible vivir según el Evangelio. Quien se contentase con ser flexible en la aplicación de las normas, sería como un médico que cambia la definición de salud, y basado en eso, diera a todos el alta. ¡Pero se trata de curar al enfermo, no de cambiar la definición de salud!»
DE LA MISERICORDIA Y LA CONVERSIÓN DEL CORAZÓN
P.- El problema, a la vez asequible y complejo, de conjugar los conceptos de caridad y verdad, de misericordia y conversión. Y, con un símil generalista, dar una supuesta misericordia sin ofrecer fomentar la conversión es como contentarse con métodos paliativos en lugar de dar al enfermo la cura definitiva a su dolencia.
R.– «Cierto. Recordemos que el Evangelio es una afirmación de la capacidad del hombre para hacer el bien. Dios devuelve al hombre, a través de Cristo, la confianza en que le es posible vivir en la Alianza. Y esta es la mayor misericordia. No es misericordia la que tolera una situación o un comportamiento, diciendo: “mira, no puedes, no das más de ti, así que no se te puede pedir más”. Es verdad que las circunstancias atenuantes disminuyen la responsabilidad y la libertad. Amoris Laetitia se refiere a ellas para invitarnos a no condenar a otras personas. Pero por eso mismo estas circunstancias atenuantes nos muestran la dificultad en que se halla la persona, que ni siquiera puede ser considerada responsable de sus actos. No hay aquí una apreciación mayor de la subjetividad, sino la constatación de que ya no queda sujeto capaz de responder por sus acciones. Por eso hablaba antes de la necesidad de regenerar el sujeto cristiano. Esta es la misericordia de que nos habla el Evangelio».
P.- Hay dos ángulos desde los que siempre he contemplado la misericordia, que se corresponden no con dos versiones, sino dos dimensiones, diría yo, que van de la mano. Por un lado el “miser”, pobre, y el “cor”, corazón, lo que sería amar a los que sufren desdicha y la inclinación a socorrerlos; y por otro lado el significado que probablemente está detrás de las palabras de Jesús cuando dice «Id y aprended lo que significa misericordia quiero y no sacrificio», que explica muy bien Benedicto XVI (ver aquí), y que sería esa relación de amor propia de padres a hijos y viceversa. Corríjame si erro: no es vaciar de amor los sacrificios rituales, sino amar con las obras…
R.- «La misericordia de Dios es Dios mismo que te dice: “Tú puedes vivir como un hijo, porque yo te he generado y te ofrezco, en Jesucristo, la regeneración”. Y cuando Juan Pablo II habla de misericordia en su encíclica de 1980 Dives in Misericordia (Rico en Misericordia), relaciona Misericordia con Filiación. Así muestra que la misericordia del Padre no humilla al hijo, porque el padre, en el momento en que le perdona, reafirma su dignidad del hijo. El padre dice, “Te perdono, no porque tu pecado no tenga importancia o porque lo cubro y olvido, sino porque hay en ti algo más radical, que es la filiación, el hecho de que yo te he generado”, y desde ahí se puede superar el pecado. La misericordia cristiana es mucho más que tolerancia del mal.Es transformación de la persona, que la devuelve a su dignidad de hijo de Dios. Por eso puede hablarse, como hace san Buenaventura, de una misericordia generativa.
«Entonces, ¿qué es misericordia? Santo Tomás de Aquino observa que Dios, para perdonarnos, pide la conversión, mientras que el mismo Dios pide al hombre que ame al enemigo, aunque este no le haya pedido perdón. Y santo Tomás se pregunta: ¿Es Dios entonces menos misericordioso que lo que nos pide a nosotros? Y dice, “No, porque nosotros no podemos convertir al enemigo, pero Dios es capaz de cambiar el corazón del pecador”. Dios puede regenerar por dentro, y eso es más misericordia que si simplemente olvidara nuestra culpa. El perdón de Dios es eficaz para que el enemigo se convierta en amigo. Esa es la plenitud de la misericordia».
RIGORISTAS CONTRA LAXISTAS AL APLICAR LA MISERICORDIA DE DIOS
P.- A usted se le critica en un artículo de opinión en l’Osservatore Romano, a propósito de la carta de los obispos de la región de Buenos Aires a su antiguo cardenal arzobispo Jorge Bergoglio, ahora nuestro amado Papa Francisco. A Usted y a otros profesores del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II se les llama rigoristas a la hora de interpretar la misericordia de Dios y la conversión del hombre.
R.- «Ya he comentado que no creo que ayude usar la oposición entre los conceptos “rigorista y laxista”. Normalmente la usa quien quiere situarse en el centro para mostrarse equilibrado, y encuentra siempre alguien más rigorista y más laxista que él. El contraste rigorismo – laxismo nace en una moral de normas, donde se busca un equilibrio entre normas objetivas y conciencia subjetiva. Es un esquema obsoleto, que la moral personalista y relacional que cultivó san Juan Pablo II ha superado, afortunadamente. La clave de la moral no son las normas, sino la verdad de la persona, y su capacidad para responder a la gran llamada al amor que Dios le hace, desarrollando las virtudes y dentro de una comunión de personas.
«Con respecto a la carta a los obispos argentinos, el texto fue incluido en las Acta Apostolicae Sedis y el Papa ha declarado que tiene valor magisterial. La tarea del teólogo es interpretar bien este texto. El hecho de que el Papa lo haya declarado texto magisterial trae varias consecuencias. En primer lugar, en cuanto es magisterio, la carta no pertenece ya a los obispos de Buenos Aires, sino que el Papa ha asumido su autoría. Esto implica que las dudas sobre su interpretación no han de dirigirse a estos obispos, sino que solo puede responderlas el Papa. En segundo lugar, al declarar esta carta magisterio, el Papa le ha dado un nuevo contexto interpretativo, que es el entero magisterio de la Iglesia. Ha hecho de la carta un capítulo del gran libro de la tradición de la Iglesia, y esto implica que hemos de leerla de forma distinta a si la carta estuviera sola.
«El punto más delicado de la carta de los obispos es el número 6, donde se dice que Amoris Laetitia abre una vía para la reconciliación y Eucaristía en algunos casos complejos de divorciados en nueva unión. El texto no es excesivamente claro. Se comienza diciendo que se trata de casos en que no se ha podido obtener la nulidad, y esto afecta a todo el número 6. ¿Qué se quiere decir con ello? Podría referirse a matrimonios nulos, pero cuya nulidad, tal vez porque en una región no hay tribunales eclesiásticos, no ha podido probarse. El texto de la carta se podría referir entonces a casos raros como este u otros, en los que se supone que no hay matrimonio válido. Es una interpretación posible de la carta, que tiene la ventaja de poder armonizarse con el resto de los textos de la tradición y del Magisterio. A esta lectura, pues, es preciso atenerse, mientras no haya una respuesta aclaratoria del Papa, único que puede ahora interpretar esta carta, en cuanto la ha declarado magisterial».
*José Granados es Superior General de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María desde 2020. Profesor emérito de Teología Dogmática del Matrimonio y la Familia en el Pontificio Instituto Juan Pablo II, Sede Central (Roma), del cual fue vicepresidente entre 2010 y 2019. Fue nombrado por el Papa Francisco Consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2013-2020), Consultor de la Secretaría del Sínodo de los Obispos (desde mayo de 2015) y Consultor del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida (octubre de 2018). Es miembro del consejo científico de las revistas Anthropotes, Revista española de teología y Gregorianum. De 2004 a 2009 enseñó en la sección americana del Pontificio Instituto Juan Pablo II en The Catholic University of America en Washington, DC. Se doctoró en teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (Premio Bellarmino). También es licenciado en Ingeniería Industrial por la Universidad Pontificia de Comillas (ICAI), Madrid.