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Primera parte: Teología de la Familia, por José Granados. (I) Matrimonio: agradecimiento y dimensión relacional de la persona
En estos tiempos tan apasionantes para el papel evangelizador de la familia, las palabras de José Granados* sobre la riqueza de la naturaleza de la familia, y de su vocación divina a disfrutar de la presencia de Dios y a testimoniarla en derredor. En una larga conversación con un colaborador de IFN, sobre la familia, el matrimonio, y los estudios de la Teología del Cuerpo siguiendo el pensamiento de Juan Pablo II, analizó José Granados en lo que es un rosario de perlas para el corazón y el intelecto, la substancia de lo que constituye la teología de la familia cristiana como Imago Deo, “Imagen de Dios”. Sigue José Granados hablando de la Familia como “ambiente”, como ecosistema en el que, y desde el cual se vive y se irradia la vida de Dios y con Dios.
PREGUNTA.– La familia, ¿el entorno óptimo para el nacimiento, desarrollo y fortalecimiento de la Fe, Esperanza y Caridad? De hecho esto lo recordaba el estadista Winston Churchill…
LA FAMILIA, EL AMBIENTE DE DIOS
R.- «Podría ser interesante iluminar la situación de la familia a partir de la encíclica Laudato Si. Es decir, hay que entender que estamos ante una cuestión de medio ambiente, el medio ambiente familiar, un medio ambiente que existe en la sociedad y en la Iglesia. El problema de la aceptación del divorcio no es solo un problema individual que afecta a algunos divorciados. Es, ante todo, un problema de medio ambiente. Pues el matrimonio, como la Eucaristía, no son sacramentos individuales, sino comunitarios, que dan forma al ambiente de la Iglesia, como decíamos antes. Toda aceptación, social o eclesial, del divorcio, es un ataque al medio ambiente de la familia, porque debilita los recursos que tiene cada familia para edificarse y sostenerse.
«Si hay casos en que el divorcio fuera aceptable, ¿cómo podemos decir a los recién casados que la Iglesia apoyará su matrimonio en cualquier caso? Los jóvenes entenderían que habrá casos en que la Iglesia deje de luchar por su matrimonio y les ofrezca otros caminos. ¿Cómo van a creer, entonces, en un amor que dura todos los días de la vida? ¿Cómo van a confiar ellos en el amor, si la Iglesia misma deja de confiar? Hay aquí una llamada a la responsabilidad de los divorciados que viven en nueva unión. Ellos pueden entender que el problema no es solo suyo, que pueden cuidar también el ambiente eclesial, y que cuando no se acercan a comulgar están contribuyendo a preservar ese ambiente».
R.- «Yo le ponía la imagen del medio ambiente: tenemos una sensibilidad muy grande con el medio ambiente, nos damos cuenta de que los ambientes influyen en la persona y de que no se trata solo de incidir sobre los individuos, sino que hay que cuidar la casa común. Vemos enseguida que este elemento podemos traspasarlo al ámbito de la familia… Así, Amoris Laetitia no trata solamente, y hay que verlo así, de cuidar los individuos, sus penas y dolores, su interioridad, su conciencia aislada, por así decir; sino que nos dice que es esencial para las personas también el ambiente. La sociedad es un ambiente, la Iglesia es un ambiente: un ambiente de relaciones. Si la enseñanza y la práctica sobre el matrimonio cambia, cambia el ambiente.
«La admisión a la Eucaristía de quien vive en modo contrario al Evangelio, por ejemplo, supone una degradación del ambiente eclesial, que se hace más débil para proteger a la familia. La Iglesia se mantiene fiel a Cristo en cuanto que Ella mantiene, en su doctrina y en su práctica sacramental, la forma de vivir propia de Jesús, el ambiente que Cristo inauguró. Solo manteniendo este ambiente puede luego acompañar a las personas, regenerar los lugares nocivos para la vida personal y familiar, a través de un camino de penitencia. Pero si Ella pierde el ambiente de Jesús, ¿cómo podrá ayudar a los hombres que viven una atmósfera degradada?
«Esto significa que hacer excepciones con respecto a la indisolubilidad del matrimonio, no afecta solo a la persona concreta, sino que supone cambiar el ambiente, en cuanto que el matrimonio por sí es una realidad pública. Así lo ha defendido vigorosamente el Papa Francisco ante ataques al matrimonio como unión entre un hombre y una mujer [1]. Dar la absolución a personas divorciadas en nueva unión que no quieren cambiar su modo de vida significa empobrecer el ambiente de la Iglesia, de modo que deja de contener el ambiente de Cristo.
«Imagine un párroco que recibe en su despacho parroquial a una pareja, que son divorciados, y les dice “bueno pues ahora podéis acercaros a la comunión, hemos hecho un discernimiento y en vuestro caso, que es un caso difícil, pues…” Si inmediatamente después entra una pareja de novios que le preguntan al mismo párroco: “¿pero bueno esto es para siempre, es realmente indisoluble?”, y él les dice “sí”, y les avisa de que, de otro modo no pueden casarse. Pero ellos podrían ciertamente contestar: “bueno, y entonces estos que se acaban de ir, ¿qué pasa si nos ocurre lo mismo a nosotros?
«En estos momentos los jóvenes necesitan que la Iglesia les diga: “yo acompañaré vuestro matrimonio en cualquier situación, y os recordaré siempre que este es un amor para siempre, porque es el amor de Cristo, y os sostendré en este camino”. Para ayudar a los jóvenes a tomar la decisión de casarse es decisivo recordarles que no están solos, que la Iglesia los acompaña, y que Dios mismo se hace garante de su promesa. Y son ellos los más débiles, a los que hay que decirles, con el Papa Francisco: “no os dejéis robar la esperanza”».
Continuará…
REFERENCIAS:
[1] “Audiencia general del 2 de abril de 2014 | Francisco.” 2 Apr. 2014, https://w2.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2014/documents/papa-francesco_20140402_udienza-generale.html.
* José Granados es Superior General de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María desde 2020. Profesor emérito de Teología Dogmática del Matrimonio y la Familia en el Pontificio Instituto Juan Pablo II, Sede Central (Roma), del cual fue vicepresidente entre 2010 y 2019. Fue nombrado por el Papa Francisco Consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2013-2020), Consultor de la Secretaría del Sínodo de los Obispos (desde mayo de 2015) y Consultor del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida (octubre de 2018). Es miembro del consejo científico de las revistas Anthropotes, Revista española de teología y Gregorianum. De 2004 a 2009 enseñó en la sección americana del Pontificio Instituto Juan Pablo II en The Catholic University of America en Washington, DC. Se doctoró en teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (Premio Bellarmino). También es licenciado en Ingeniería Industrial por la Universidad Pontificia de Comillas (ICAI), Madrid.