Se están perdiendo las buenas costumbres

Hemos perdido la educación hasta tal punto que ya ni nos molestamos en saludar o hablar a quienes nos cruzamos en lugares donde coincidimos a diario


Es un hecho que, cada día más, da la sensación de que los cristianos nos estamos retrayendo al ámbito privado, donde nadie nos juzga ni opina de nuestra manera de vivir la fe.
Quitando el tema de los ataques yihadistas y políticos que lleva años sufriendo la Iglesia, es fácilmente observable cómo esta religión está cada vez peor vista.

No vengo a condenar los que algunos llaman “cristianofobia”, sino que vengo a señalar uno de los que, a mi entender, es el problema más importante de los problemas poco importantes de la cristiandad: se están perdiendo las buenas costumbres.


Les pongo en contexto; en la facultad de Derecho de la UCM (Madrid), hay una capilla preciosa y con un goteo constante de personas que entran y salen. Algunos de ellos podrían empadronarse allí; y esto lo sé porque intento ir todos los días, ya sea para rezar (cuando tengo tiempo) o simplemente para saludar al Señor. De cualquier manera, e independientemente de la hora a la que acuda, siempre hay alguno de mis tres maleducados vecinos.


Seriamente, he llegado a pensar que sean guardias de seguridad para evitar que vandalicen la capilla, de no ser porque coincido con los tres en distintas clases. Nos tenemos las caras más vistas que Ben-Hur en Semana Santa. Y tras varios intentos fallidos, he desistido de intentar conseguir un “hola” de vuelta cada vez que me los encuentro. Jamás saludan, ni dentro ni fuera de la capilla, ni alumnos ni profesores.

Cuando me ven, apartan la mirada como si no debiésemos encontrarnos fuera de nuestro cuartel general, como si hiciésemos algo ilegal yendo a la capilla o como si fuesen camellos y yo su cliente.
Tampoco pretendo que seamos amigos, pero no van a perder un dedo por decir un mísero “hola”.

Toda esta situación me irrita y me molesta, pero yo seguiré intentándolo y, quizá en algún momento, aparecerá alguien a quien no le dé vergüenza cruzar un par de palabras fuera del templo y, pasito a pasito, vayamos recuperando las buenas costumbres.

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