Por un puñado de Euros: Suiza y la identidad de género

Desde el 1 de enero es posible cambiar de sexo con un simple trámite burocrático, sin necesidad de jueces ni médicos.

transexualismo

Imagen de Pixabay

¿Quieres cambiarte de sexo? Sólo te cuesta 70 euros y no necesitas ningún tratamiento hormonal. Así es en Suiza a partir del 1 de enero de 2022, con una única restricción: se necesitará la aprobación formal de los padres o madres para los menores de 16 años.

La nueva ley encaja con otra ley, la aprobada en septiembre de 2021 por referéndum, que legaliza el “matrimonio igualitario”, es decir el “matrimonio” LGBT+, y las adopciones por parte de parejas del mismo sexo. Esta es otra razón por la cual la realización del trámite burocrático no tendrá ningún efecto sobre las relaciones familiares existentes: un hombre casado que acuda al registro civil para certificar el cambio aparecerá como una mujer casada con otra mujer.

Por otro lado, la reforma de la natalidad fue aprobada por amplia mayoría en el Parlamento suizo hace un año (18 de diciembre de 2020), con la única oposición de la derecha. El acuerdo se produjo gracias a un compromiso: la Casa del Pueblo, la rama nacional del parlamento en Berna, presionó hasta el final por la libertad total de los menores, pero al final se impuso el Consejo de Estados, que habría impuesto el consentimiento paterno informado para los menores de 16 años. La izquierda se adhirió a la línea ultraliberal de la Casa del Pueblo, mientras que los centristas de la Unión Democrática de Centro querían mantener el límite de 18 años.

Como explicó la ministra de Justicia, Karin Keller-Sutter, dado que el número de adolescentes que piden cambiarse de sexo es muy reducido (no más de una docena al año), habría sido necesario establecer un límite y no pasar por encima de la autoridad paterna o materna.

Para cambiar de sexo en Suiza bastará con tener la “íntima convicción” de que no perteneces al sexo con el que estabas inscrito en el registro civil. La declaración está sujeta a una tasa de 75 CHF. Algunos requieren un certificado médico, otros un tratamiento hormonal o una transición de género, mientras que un cambio de nombre puede requerir una prueba de que el nuevo nombre ya ha sido utilizado extraoficialmente durante años. Según El Correo Internacional Se calcula que hay entre 100 y 200 personas en espera de ser operadas en el país, donde viven cientos de transexuales.

El siguiente paso en la revolución del arco iris en Suiza debería ser la introducción de un tercer género, junto al masculino y el femenino. Sin embargo, esta posibilidad sigue en fase de estudio por parte del Gobierno.

Suiza se suma así a la lista de países que permiten el cambio de sexo registral, independientemente de los procedimientos médicos. Uno de los últimos en dar un giro similar fue Nueva Zelanda, precedida de Irlanda, Bélgica, Portugal y Noruega. En Dinamarca, Grecia y Francia se han suprimido los requisitos de cirugía de reasignación de sexo, esterilización y evaluación psiquiátrica, pero se exigen otros pasos o condiciones. En España se aprobó en junio de 2022 un proyecto de ley que permite a los mayores de 14 años cambiar de sexo sin necesidad de diagnóstico médico ni terapia hormonal. Alemania, por su parte, presenta un escenario invertido respecto a Suiza: en 2018 se introdujo la tercera opción de género, mientras que en junio de 2021 el Bundestag rechazó dos proyectos de ley para el reconocimiento de la identidad de género, cuestión que, sin embargo, podría volver a debatirse en la legislatura que comenzó a finales de este año.

La prensa liberal saluda la nueva ley suiza como un paso encomiable hacia la simplificación burocrática, en este caso aplicada a la identidad sexual. No faltó el énfasis en el supuesto giro de un país estructuralmente conservador: un falso mito, ya que, por ejemplo, El aborto se ha despenalizado hace muy poco tiempo, pero Suiza siempre ha estado dramáticamente a la vanguardia en otro campo, el del suicidio asistido, con las tristemente célebres “clínicas de la muerte”, en las que muchos de nuestros compatriotas han terminado sus días.

Con la desburocratización de la identidad de género, la Confederación Suiza da un nuevo paso hacia la disolución de los valores que han caracterizado sus siete siglos de historia. El ADN, la biología, el cuerpo de cientos de personas borrado de un plumazo y por un puñado de euros. Incluso una elección tan dramática, relativa a la esencia de la propia personalidad como el considerarse hombre o mujer, resulta barata.

La rebaja del límite de edad en dos años (de 18 a 16) para la total libertad de elección no es un detalle menor: la adolescencia es una zona gris para la identidad sexual de muchos y terreno fértil para quienes especulan con la disforia de género. Si ni siquiera se permite a los padres opinar sobre decisiones tan cruciales en la vida de sus hijos adolescentes, también estamos asestando otro golpe letal a una institución familiar cada vez más vapuleada y apaleada por ideologías con un inquietante denominador común: relativizar al ser humano.

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