El debate sobre la eutanasia, si es que lo hay, enciende pasiones polarizadas entre el respeto a la libertad por encima de todo o el respeto a la indisponibilidad de la vida humana. Estas posiciones parecen completamente contrapuestas y de difícil tangencia.
Sin embargo, si vamos a la raíz, en muchas ocasiones los defensores de la eutanasia lo que verdaderamente apoyan es la muerte sin dolor, huyendo del encarnizamiento terapéutico.
“Las herejías son verdades que se volvieron locas” – G.K.Chesterton
Así vemos que la dicotomía primera se va diluyendo, puesto que si quitamos etiquetas, nos quedamos con el mensaje: evitar el sufrimiento extremo de la enfermedad. Y aquí hay soluciones más humanas y éticas, como son los Cuidados Paliativos que evitan el sufrimiento y aportan el cuidado hasta el último momento en ese tránsito final.
“Estamos aquí para ayudarte a vivir hasta que mueras” – Cicely Saunders
Y es muy revelador que los países líderes en la ejecución de la eutanasia, no tienen una respuesta en cuidados paliativos, porque los recursos son limitados. Por ejemplo, en España estamos a punto de ser el 6º país que apruebe una ley de la eutanasia. Nuestros políticos han desarrollado el valor –y disponibilidad- de nuestra dignidad en tan solo 13 páginas. De un plomazo: la eutanasia activa y el suicidio asistido. Mientras tanto, en este país cada año fallecen +125.000 personas que necesitan Cuidados Paliativos y, apenas pueden recibirlo la mitad. Para que lo entendamos, quieren quitar el sufrimiento acabando con el sufriente.
¿Qué es lo que implica una ley así? Entre inciertas consecuencias indirectas, las implicaciones directas son: la deformación del sentido de la medicina (pues se destruye la integridad moral de la profesión y la confianza ente el paciente y su personal sanitario de referencia), la pendiente resbaladiza (el mal no sacia, y se seguirá abriendo la veda a casos que a día de hoy nos resultarían inhumanos, como menores, personas con depresión, cansancio vital, etc.), la –no- libertad del consentimiento (coaccionado por familiares por ser una carga o estar a la espera de una herencia, sugestionado por médicos como única vía para dejar de sufrir, por mera soledad y desasosiego…), la reducción de recursos para el tratamiento de enfermedades (premiando la incompetencia de aquellos médicos sin vocación), la confusión entre la calidad de vida (subjetivo) y la dignidad de la vida (objetivo).
Por eso, ayudemos a las víctimas de estas leyes: los más vulnerables y el personal sanitario, utilizando las vías legales y sociales que se vayan abriendo camino, como puede ser la objeción de conciencia (por cuestiones éticas) y de ciencia (por cuestiones deontológicas) o el documento de últimas voluntades.
Dicho todo esto, que está genial, no sirve de mucho si tú y yo no practicamos la alegría de vivir y la caridad con nuestros más cercanos. Pues es muy difícil generar credibilidad al transmitir un mensaje que promueva la derogación de leyes promuerte sino vivimos intensamente.
“-Carlitos: Un día nos vamos a morir.
-Snoopy: Cierto, pero los otros días no.”