En un notable cambio con respecto a la versión original animada de 1989 de “La Sirenita”, el remake de acción real de Disney de 2023 reimagina la dinámica de la icónica escena en la que Ariel intenta ganarse un beso del príncipe Eric. Mientras que el original presenta a Ariel como esencialmente pasiva en esta escena romántica, la interpretación moderna la capacita para articular sus deseos.
El cambio refleja la evolución de las actitudes sociales hacia el consentimiento sexual post-MeToo, con la letra de Sebastian alterada a: “Usa tus palabras, chico, y pregúntale”. Sin embargo, en este audaz cambio respecto al guión original, Ariel, interpretada por la cantante de pop Halle Bailey, olvida por completo que necesita un beso para seguir siendo humana.
Aunque este nuevo ángulo narrativo podría haber sido un intento de defender los ideales feministas evitando representar a una Ariel sin voz que anhela un hombre, parece despojar al personaje de su objetivo, reduciéndolo a una figura deslucida carente de dirección o agencia.
Es evidente que el público al que va dirigida la película ya no son los niños, sino las mujeres milenarias a las que les encantó la película original, que ahora la encuentran problemática debido al hetero centrismo, la blancura y otros ismos.
Los remakes de acción real de Disney parecen intentar satisfacer las sensibilidades progresistas de este público, al tiempo que reconocen los estereotipos y el mal tratamiento cultural de los dibujos animados más antiguos, que se señalan con una advertencia en el servicio de streaming Disney+.
“La Sirenita”, con sus guiños a la cultura del consentimiento, sus referencias a los daños medioambientales y una actriz negra en un papel tradicionalmente blanco, forma parte de la búsqueda de Disney de un futuro más integrador. Esta dirección es visible en otras obras, como la película de 2022 “Lightyear”, que presentaba un sutil beso lésbico, y “Frozen 2”, que lleva un mensaje anticolonialista.
El impulso hacia la nostalgia progresiva parece ser un factor significativo detrás del entretenimiento más polémico de hoy en día, desde los reboots hasta las ediciones editadas de obras de autores como Roald Dahl y R.L. Stine.
Sin embargo, la búsqueda de la inclusividad por parte de Disney parece haber comprometido la observabilidad de la nueva “Sirenita”. La película se describe como “hinchada y apagada”, con la ausencia de elementos memorables como los peces musicales y las morenas susurrantes. Aunque la actuación de Bailey como cantante fue muy elogiada, se plantea la cuestión de si sólo debe hacerse hincapié en la representación de la diversidad.
The Guardian sugiere que el propósito de la película debería ser “permitir que todos los niños -no sólo los blancos- se vean a sí mismos como habitantes del Reino Mágico”. Los críticos parecen estar de acuerdo en que, aunque la película no sea excelente, se sitúa en el lado correcto de la historia, y esto es lo que importa.
El aparente interés de Hollywood por ofrecer conclusiones moralmente correctas en lugar de puro entretenimiento parece estar causando malestar entre el público. No se trata de un rechazo a la diversidad, sino más bien de una resistencia a que se impongan lecciones morales a un público que sólo quiere disfrutar del espectáculo.
La creencia cada vez más extendida de que el arte es intrínsecamente político y de que el entretenimiento dominante debe transmitir un mensaje moral o cultural, sigue influyendo en la forma en que se reciben y critican las películas. En el caso de “La Sirenita”, parece que, al intentar ser políticamente correcta e inclusiva, se ha perdido la esencia del personaje de Ariel: una joven que lucha por su independencia y se enfrenta a las consecuencias de sus decisiones.
La nueva narración parece tratar con condescendencia al público adulto de la película original, olvidando que la esencia de la narración no reside sólo en transmitir mensajes importantes, sino también en crear historias atractivas, conmovedoras o divertidas.