Hay un contagio social de la transexualidad y el Estado es cómplice

El fomento de la transexualidad, la condición no binaria y hacia géneros carnavalescos hasta ahora desconocidos y extravagantes ha aumentado espectacularmente en todos los países occidentales

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Dentro de unos años, nos preguntaremos, y nuestros hijos y nietos nos preguntarán, por qué permitimos estos abusos contra ellos. Recordamos siempre que los padres somos los primeros responsables de nuestros hijos y exigimos que el Estado no fomente este terrible contagio.

Ahora muchos estados y gobiernos occidentales, desde Administración Biden en EE.UU. a la canadiense de Trudeau y a la del Español Sánchez se están comportando de manera opuesta a como lo hicieron con la pandemia del Covid 19.Entonces nos “callaron” y nos encerraron en nuestras casas para evitar el contagio, ahora en cambio están promoviendo activamente el contagio “trans” y “lgbtqi+” entre nuestros niños y jóvenes. Pura locura.

Entre las redes sociales y las teorías de género de moda, estamos convirtiendo a las adolescentes en personas deprimidas, ansiosas y trans. Marci Bowers, presidenta de la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero, declaró al periodista progresista del New York Times Michelle Goldberg: “Hay gente en mi comunidad que niega que exista algún tipo de “contagio social”; no debería decir contagio social, sino al menos influencia de los iguales en algunas de estas decisiones. Creo que esto es no reconocer el comportamiento humano”.

Los activistas trans y gran parte de la izquierda consideran que los jóvenes no son sugestionables. Se trata de una suposición falsa, ya que todos sabemos que gran parte de nuestro comportamiento, especialmente desde la adolescencia hasta los 30 años, está muy influido por nuestros amigos, las costumbres sociales y, recientemente, las redes sociales.

El fomento de la transexualidad, la condición no binaria y hacia géneros carnavalescos hasta ahora desconocidos y extravagantes ha aumentado espectacularmente en todos los países occidentales. Estamos ante un intento de “lavado de cerebro” masivo de adolescentes en todo Occidente, y en la mayoría de los casos los dirigentes políticos de nuestros Estados son protagonistas cómplices o espectadores temerosos de este genocidio moral y psicológico.

Los famosos tienen que ser no binarios o celebrar la transexualidad para ser aclamados por los medios de comunicación. Las escuelas han empezado a enseñar a sus alumnos, y sin decírselo a sus padres, sobre la fluidez de género y su liquidez desde una edad temprana, los promotores del “género” no hacen más que denunciar el clima opresivo hacia ellos sólo para estigmatizar y criminalizar a todos aquellos que defienden la naturaleza biológica humana, el “diseño bíblico y divino” y la ciencia.

Pues bien, recientemente se ha iniciado un importante estudio para medir cómo y qué factores sociales y familiares influyen en la propagación de la peligrosísima epidemia del transexualismo en el mundo occidental.

Publicado el 29 de marzo, “Rapid Onset Gender Dysphoria: Parent Reports on 1655 Possible Cases” (Disforia de género de aparición rápida: informes de los padres sobre 1655 posibles casos), nos cuenta cómo los padres se encuentran entre los principales agentes que apoyan la disforia y promueven la transexualidad en sus hijos y, sobre todo, en sus hijas.

La conclusión también afirma que “los problemas de salud mental preexistentes eran comunes, pero también lo era una inteligencia elevada.

La mayoría de los jóvenes habían cambiado sus pronombres y la mayoría de estos cambios eran intergenéricos en lugar de neutros. La transición social era mucho más común que la transición médica.

Se observó una inmersión tanto en los medios sociales como en los grupos de iguales con otros jóvenes con identidades transgénero… se informó de que la disforia de género de los varones nativos era 1,9 años más tardía que la de las mujeres, y que los varones nativos tenían muchas menos probabilidades que las mujeres de haber realizado una transición social”.

Dos cosas deben quedar claras: los padres son responsables de sus hijos y de su educación, y el Estado no sólo debe respetar los derechos fundamentales de los padres, sino también combatir (no fomentar ni propagar) contagios sociales como el “género” y el “transgenerismo”. Están en juego los derechos humanos y la salud pública, moral y civil de las naciones.

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