Last updated on marzo 1st, 2020 at 06:27 am
Entre finales de 1400 y principios de 1500, los reinos de Portugal y España se desafiaron mutuamente en los mares para descubrir nuevas rutas comerciales y nuevos países. Hoy, el viaje al Lejano Oeste que España y Portugal han emprendido ya no persigue una mayor riqueza y bienestar, sino la liberalización de la eutanasia, la “nueva frontera” de los derechos del paciente y del cansado hombre occidental. Ya no es un mundo de vaqueros, o mejor, de gauchos, sino una sociedad donde el asesinato será legalizado bajo el eufemismo de la “buena muerte”. De hecho, un asesinato no cambia la naturaleza jurídica y moral solo porque existe o no la solicitud del moribundo, que además hay que comprobar: un asesinato es siempre un delito grave, una supresión de la vida humana, una pérdida aterradora para toda la sociedad.
Ahora, si el aborto y sus formas de liberalización fueron la “frontera de la incivilidad” de la posguerra del siglo XX, el comienzo del nuevo siglo está marcado por la pasión ilimitada del poder político por la legalización de la eutanasia. Al hacerlo, la eliminación de los niños concebidos, sujetos de perfecta dignidad humana, y de los ancianos y los enfermos, aparecen los dos “cuernos” del terrible y monstruoso “estado ético” bajo cuyo yugo millones de ciudadanos están en Occidente.
La Península Ibérica, cuyos habitantes españoles y portugueses se declaran en su gran mayoría católicos, en las últimas semanas está aprobando una nueva legislación a favor de la eutanasia o, como requiere una educación buena e hipócrita, de “muerte digna”.
«La vida es inviolable»
Aunque las estadísticas sobre tasas de natalidad y suicidios en los dos países son alarmantes, entre las peores de Europa, ambos gobiernos de izquierda de España y Portugal pretenden de hecho liberalizar la eutanasia. Se podría decir que odian a tal punto sus ciudadanos que quieren facilitar (pronto) su muerte. Pues bien, justo en Portugal, después del rechazo, en 2018, de cuatro proyectos de ley que apuntaban a la despenalización de la eutanasia, la mayoría de izquierda ahora pide una nueva votación. El 29 de mayo de 2018, la firme oposición de los partidos de centro-derecha y la fuerte oposición del Partido Comunista habían logrado suspender la iniciativa en el parlamento. Los comunistas, entonces en la oposición, habían declarado que su voto contrario se basaba en el deseo de defender realmente a los pobres, los más débiles y los más indefensos. Ahora, en cambio, tras la gran victoria lograda por los socialistas en las elecciones de octubre, los partidos de la coalición de gobierno, es decir, los socialistas y la izquierda, más el mismo partido comunista, que hoy cuenta con el apoyo del gobierno, solicitan que el 20 de febrero se voten algunas propuestas de ley destinadas a liberalizar la eutanasia.
Pues bien, la Constitución portuguesa establece categóricamente que la vida es “inviolable”. Por tanto, si llegasen a aprobar esos proyectos de ley sobre la eutanasia, el presidente de la república, Marcelo Rebelo de Sousa, muy popular, sin duda procederá a rechazarlos, enviando todo de vuelta al parlamento. En ese momento se abrirá una crisis institucional, así como social.
Los 133 votos a favor de los socialistas (108), la izquierda (19), el partido Personas-Animales-Naturaleza (4) y los Verdes (2) podrían tener la mayoría, pero aún cualquier cosa puede pasar. La Iglesia Católica de Portugal ha anunciado una movilización contra la legalización de todas las formas de eutanasia. En vista del debate parlamentario, el presidente de la Conferencia Episcopal portuguesa, el cardenal Manuel Clemente, aseguró que los obispos promoverán una nueva campaña de sensibilización incluso más allá del mundo católico, ya que “es un asunto humano y la humanidad nos concierne a todos”. De hecho, “el curso de acción correcto que debe tomarse es permanecer cerca de los que sufren, para que, gracias al uso generalizado de los cuidados paliativos, la fase final de la vida de estas personas pueda ser positiva”.
«La gente no quiere sufrir»
Mientras tanto, el 11 de febrero, la mayoría formada por socialistas, comunistas y Podemos aprobó en el parlamento, en primera lectura, la ley sobre eutanasia y “muerte digna”, que paradójicamente se llamará “muerte natural”. Una definición diabólica, esta, que en los próximos años no permitirá a ningún estudioso ninguna estadística, por lo tanto, ninguna controversia, sobre la trágica aplicación de la ley. En estos mismos días, se ha publicado una investigación autorizada que muestra cómo las personas “gravemente enfermas” no desean en absoluto ser asesinadas por la eutanasia, pero sí tener cuidados paliativos. El estudio, realizado por el Centro de Humanización de la Salud y titulado La gente no quiere sufrir, «La gente non vuole soffrire» , dice que “de una encuesta realizada por médicos que han trabajado en el sector de cuidados paliativos durante 25 años y que han tratado 57 mil pacientes solo el 0.5% de los pacientes tratados (alrededor de 291) han pedido la eutanasia “.
Hoy en el parlamento, la única oposición a esta deriva es la ejercida por el Partido Popular y por VOX, por lo tanto, es posible que desde junio también España se alinee con los países europeos, Canadá y varios Estados de la Unión de América del Norte y Australia donde se permite el asesinato de los enfermos y los que están “cansados de vivir”. La Península Ibérica está a un paso de la “buena muerte”: no solo la de una denatalidad proclamada, sino también la de una eutanasia promovida por intereses políticos por la mayoría socialista-comunista. ¿El “progreso” y el “sol del futuro”? Una vez los partidos de izquierda querían servir a las personas aliviando las desigualdades y el sufrimiento, hoy quieren regresar a la “ley de la selva” y servir al pueblo de la muerte.