Denzel Washington dejó rotundamente claro que se niega a plegarse a la cultura de la cancelación. En una conversación reciente con Complex, descartó por completo la noción de ser “cancelado”, preguntando sin rodeos: “¿Qué significa eso de ser cancelado?”. Tras la explicación -que significaba perder el apoyo del público- respondió con un mordaz “¿A quién le importa?”.
Cuando el entrevistador señaló que ahora los seguidores son moneda de cambio, Washington no dudó en rechazar el concepto. Dijo: “No me importa quién sigue a quién”. Explicó además: “No se puede dirigir y seguir al mismo tiempo… Yo sigo al espíritu celestial. Sigo a Dios, no sigo al hombre”. Afirmó su lealtad inquebrantable a Dios antes que a la aprobación cultural.
Dirigiendo la atención hacia la propia cultura de la cancelación, Washington pronunció esta memorable frase: “No puedes ser cancelado si no te has inscrito. No se apunte”. Incluso se rió mientras se echaba hacia atrás, bromeando que hablar del tema le oprimía el pecho.
Sentado junto a Washington durante la entrevista, el cineasta Spike Lee se hizo eco del sentimiento con un desenfadado pero rotundo “me importa un bledo”. Juntas, sus despectivas respuestas representan no sólo la postura de una celebridad, sino un reproche más amplio a una cultura obsesionada con la validación pública y las métricas de las redes sociales.
A principios de este año, Washington se refirió a su larga carrera y a sus numerosos galardones. Sin ironía ni ego, se reafirmó: “No lo hago por los Oscar. El hombre da los premios. Dios da los premios”. En última instancia, ya se trate de cancelar la cultura o de los premios, su mensaje es coherente: el único reconocimiento que importa es el espiritual, no el social, y la integridad siempre debe primar sobre la popularidad.