Es una muy buena noticia la absolución del ex ministro finlandés Päivi Räsänen y del obispo luterano Juhana Pohjola. Lo es porque reafirma que la libertad de conciencia, de expresión y de religión no se puede tocar. Al principio, había escrito “sanciona” en la frase anterior, pero fue un lapsus momentáneo e inmediatamente corregí el verbo a “reafirma”. Porque la libertad más íntima y básica de una persona no es ciertamente sancionada por un tribunal. De lo contrario, sería una concesión del juez, del Estado o de quien sea. En cambio, es una característica intrínseca, que deriva a la persona de la propia naturaleza que la hace ser lo que es. Un tribunal sólo debe (y no “sólo puede”) reconocerlo, confirmarlo, defenderlo.
El victimismo ideológico y culposo que está en boga hoy en día pretende, en cambio, amordazar la libertad, pero es un abuso.
En nombre de ese victimismo, se debe dejar de reconocer que el bien es lo contrario del mal, que hay cosas buenas y cosas malas, que no todo es igual e indiferente, y que todo esto debe ser (no simplemente “puede ser”) comunicado, transmitido, enseñado.
El victimismo actual quiere que los padres dejen de educar a sus hijos, que los sacerdotes censuren sus creencias, que los profesores dejen de hacer su trabajo, sólo para arrastrar todo a lo indistinto y vago.
En cambio, el “caso Räsänen”, es decir, la absolución de Päivi Räsänen, afirma lo contrario: le dice al mundo que la verdad de las cosas no la hacen los tribunales, y menos aún los aficionados a los pleitos temerarios. Dice que decir la verdad todavía es posible, que replantear la naturaleza de las cosas sigue siendo sacrosanto, que la censura es una herramienta cobarde y malvada.
Junto con Päivi Räsänen ganamos todos. Ganamos los que nos tomamos a pecho el “caso Räsänen” por su importancia nodal y mundial, y también ganaron los que hubieran querido ver al ex ministro finlandés en la picota. Porque lo que se les escapa es que la libertad realmente hace a uno libre, a pesar de lo que los hombres libres y los no libres piensan de la verdad. No es porque se burlen de ella y se dibujen caricaturas que la libertad deja de beneficiar a los hombres.
Quienes hubieran querido ver condenados a Päivi Räsänen y al obispo Juhana Pohjola deberían, en cambio, estarles agradecidos por haber defendido con transparencia, valor y franqueza un derecho tan básico para todos. Y sí, macho y hembra los crearon, aunque a algunos no les guste oírlo, aunque algunos se suban al cristal, aunque a algunos les encantaría ver la realidad al revés. Hasta un tribunal lo dice, y el que hiere por el tribunal a veces perece por el tribunal.
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