Y con él la marea de quejas, recriminaciones, acusaciones y reivindicaciones a favor de la mujer oprimida por el heteropatriarcado.
Hace algo así como 3 años, mi hijo mayor estaba haciendo unas prácticas, para utilizar una herramienta concreta y muy especial, elegían a los mejores y que tenían más méritos, como es lógico. Uno de ellos era mi hijo, pero él no pudo utilizar la herramienta en concreto porque “una de las personas tenía que ser una chica” y una chica con menores méritos, con menor capacidad, pasó por delante de él.
Hace unos meses, nos enterábamos por los periódicos de que el ejercito bajaría la nota de corte para entrar para las chicas. Es decir, que tu hijo que tiene la media de 12.5 se puede quedar fuera y en su lugar pasa una chica que tiene un 12.
Y así todo. Pero “las mujeres estamos oprimidas, somos discriminadas y esto y lo otro…” ¡qué falta de vergüenza! Nunca ha habido tantos privilegios evidentes y específicos a favor de nadie. Y encima se tolera que se ignoren esos privilegios y se sigan quejando.
Y en todo esto, pierde el hombre, evidentemente, que resulta ser el discriminado y además no se puede quejar so pena de ser tachado de machista. Y pierde también la mujer, a la cual ya no se le atribuyen méritos, sino sólo el ser “la de cuota”, lo sea o no, por supuesto.
Hablarán de la brecha salarial, del techo de cristal etc. sin que nadie pregunte a la mujer si el contrato a tiempo parcial, la excedencia o el rechazo a un puesto en concreto ha sido impuesto o elegido, y sin que nadie se plantee que la mujer es capaz ella solita de trabajar, de elegir, de decidir, de progresar… que no necesita victimismos ni estados paternalistas.
Al final, una vez más, la mujer es utilizada para justificar ideologías con una cierta tendencia a infravalorarla. Y el 8M su herramienta.
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