Si tuviese dinero, si fuese más joven, si ya hubiese acabado la carrera, si tuviese tiempo…pero lo que tienes es esto, ¿verdad? Pues mira, haz una cosa, cada día, da gracias por 3 cosas que sí tengas ahora: un marido, una madre, un trabajo, un colegio, una casa, un amigo…
E incluso, si eres muy negativo y todo te parece negro, te propongo también dar gracias por cosas que no tienes: una enfermedad, un jefe odioso, un hijo enfermo, una mujer infiel, un pie roto o una rueda pinchada.
¿Te das cuenta de que cuando se te pincha una rueda se te hace un mundo, piensas la mala suerte que tienes, que es el peor momento, que vaya por Dios y a lo mejor incluso dices palabrotas, te enfadas y le gritas al de al lado? Pero ¿se te ocurre dar gracias después de un viaje en el que no has tenido ninguna avería ni ningún percance?
En casa tenemos un “corcho de los agradecimientos” colgado en la pared del cuarto de estar. En ese corcho vamos poniendo cada uno cuando quiere y como quiere cosas por las que dar gracias y a lo largo de todo el año. Es muy bonito ver que va saliendo de todo un poco: el día en casa de los amigos, el sombrero que me regalaron, la tarde jugando a las cartas, el 10 en mates…y el día 31 de diciembre las leemos todas.
Y es que tenemos tanto por lo que dar gracias. Es cierto que querríamos más u otras cosas diferentes, pero eso no significa que nuestra vida no sea un puro regalo. Hay cosas que no nos gustan, desgracias y malos momentos, escasez a veces y tiempos duros, pero siempre hay cosas por las que dar gracias y eso nos da una mirada diferente, una sonrisa y una actitud hacia los demás y hacia Dios. Miremos siempre hacia delante y hacia arriba. Olvídate de lo que no tienes, da igual no te aporta nada darle vueltas.
Mira lo que tienes y los que tienes a tu alrededor, mira también todo lo que no te falta. Y da gracias.
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