El presidente ruso, Vladimir Putin, ha firmado una nueva ley que prohíbe cualquier intervención médica destinada a cambiar el sexo de una persona. La única excepción es la cirugía para tratar las deformidades de los órganos reproductores en los niños.
La ley también prohíbe la modificación de documentos oficiales para reflejar una transición de género e impide que las personas que se han sometido a una cirugía de cambio de sexo puedan convertirse en padres adoptivos o tutores. Además, la legislación permite la anulación de un matrimonio si uno de los cónyuges se somete a un cambio de sexo.
La ley pretende contrarrestar la tendencia a la transición de género observada en Occidente, en particular el aumento significativo de las cirugías de transición de género en la última década. Los legisladores rusos pretenden prevenir la degradación de su nación evitando este cambio cultural.
Según el presidente de la Duma Estatal, Viacheslav Volodin, las cirugías de transición de género en Estados Unidos se han multiplicado por 50 en los últimos diez años.
Los partidarios de la ley argumentan que protege al país de la ideología antifamiliar occidental. Los estudios han demostrado que la cirugía de reafirmación de género no aporta ningún beneficio para la salud mental en comparación con un grupo de control. De hecho, una investigación que abarca tres décadas descubrió que las personas que se sometían a este tipo de cirugías tenían 19 veces más probabilidades de morir por suicidio en comparación con la población general.
Esta ley sigue a la anterior prohibición rusa de material pro-LGBT para niños. Putin ha estado posicionando a Rusia como defensora de los valores tradicionales en contraste con lo que percibe como el declive moral de Occidente. Ha criticado la adopción occidental de actitudes contrarias a la naturaleza humana y que conducen a la degeneración y la degradación.