Deberiamos preguntarnos, desde lo más profundo de nuestros corazones, laicos o creyentes, agnósticos o religiosos, qué sociedad hemos construido.
La primera causa de muerte en el mundo es el aborto. Se muere menos, mucho menos, por enfermedades, tabaquismo, alcohol, accidentes de tráfico, asesinatos y guerras. En 2019, el holocausto silencioso del aborto – dijo la Organización Mundial de la Salud, que difunde los datos elaborados por el conocido y autorizado sitio web de estadísticas Worldometers – costó 42,4 millones de víctimas. Un triste récord que viene de lejos. Cuánto ha costado el aborto hasta ahora en estos primeros 22 días de 2020 en todo el planeta, pueden verlo aquí y siempre aquí estar al corriente de las actualizaciones minuto a minuto.
Países enteros están cayendo lentamente en la nada, tragados por un abismo demográfico que solo contempla la extinción. En Europa, la tasa de natalidad es de 1.3 hijos por mujer, muy por debajo de los 2.1 necesarios para el reemplazo generacional natural. Los números varían según los países, pero desde 2008 la tendencia ha disminuido en todo el Viejo Continente; en Rusia, por ejemplo, es aterrador. Los expertos lo llaman “invierno demográfico” y hace helar la sangre en las venas.
No pasa un día en que en este o aquel país no venga ideada e institucionalizada una nueva forma de vejación contra la familia: a partir del divorcio, ahora considerado normal en casi todas partes, la institución familiar sufre agresiones cotidianas que, en forma de ataques a la paternidad, a la libertad de educación, a la soberanía económica, erosionan progresiva e inexorablemente su fuerza y resistencia. Pero una sociedad que no sea una familia de familias es solo una masa de mónadas más o menos enloquecidas, que se agitan confusamente sin un horizonte, enfrentándose constantemente, tanto que nuestro mundo envejece, se ralentiza y pierde la esperanza.
Las familias, además, están siendo agredidas por estilos de vida antinaturales como la homosexualidad, mientras que el “transgénero” se considera la nueva normalidad en casi todas partes. Se añadan también la pornografía desenfrenada y la droga considerada un símbolo de la liberación humana final, y el cuadro resultante es simplemente escalofriante.
Incluso, hasta cuando conseguimos salir vivos, driblando en este panorama absurdo, siempre debemos enfrentar el último obstáculo: la eutanasia, deseada e impuesta, incluso con lógica eugenésica, por un poder cultural, legal, político y médico cada vez más totalitario.
Es cierto que se alzan voces y esfuerzos contrarios, aún convencidos de la sublimidad de la vida humana y todavía enamorados de la belleza de la familia. Luchan y avanzan a duras penas, pero siguen ahí. Es por esta razón que nace hoy International Family News.
“IfamNews” nace hoy para testificar esta diferencia, para darle voz y apoyarla, mientras que, al mismo tiempo y debidamente alarmados, denunciamos todo lo que no funciona. De hecho, nuestro rigor profesional no puede eximirnos de ver que de esta manera la humanidad está precipitando hacia la destrucción. La verdadera ecología es la humana, y aún no nos hemos rendido.
“IFamNews” se esforzará por decir la verdad todos los días y contribuir, desde su pequeño espacio, a hacer crecer en el mundo, comenzando con nuestras familias, nuestros amigos, nuestras comunidades, desde y para nuestros países, la repulsión por la cultura de la muerte y de la destrucción, en la convicción de lo hermoso que sigue siendo luchar por ese bien que todavía existe en el mundo, para que crezca.
Nuestra tarea es informar, y siempre trataremos de hacerlo lo mejor posible.
Esta fascinante aventura diaria – a la dirección, a la que tuve el honor de ser llamado – nunca será posible sin todos y cada uno de ustedes. Personalmente lo llevaré a cabo animado por una sola convicción, que se expresa rotundamente en un pasaje de El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien: «[…] no nos toca dominar todas las mareas del mundo, nuestra tarea es la de hacer lo posible por la salvación de los años en los que vivimos, erradicando el mal de los campos que conocemos, para dejar a los que vendrán después tierra sana y limpia para cultivar ».