Un nuevo informe del Capital Research Center ha revelado que el multimillonario George Soros ha invertido más de 80 millones de dólares en grupos activistas de izquierda que han elogiado abiertamente las protestas violentas e, incluso, en algunos casos, han glorificado el terrorismo. A través de sus Open Society Foundations, Soros ha financiado organizaciones que, según los críticos, promueven la anarquía y la ideología radical, socavando los cimientos mismos de la sociedad civil. Si bien su red de organizaciones sin ánimo de lucro a menudo se presenta como promotora de la “justicia” y la “equidad”, esta investigación revela un patrón inquietante de financiación de grupos que promueven el caos en las calles de Estados Unidos.
Entre las organizaciones destacadas en el informe se encuentran grupos que participaron o alentaron los disturbios destructivos de 2020, donde ciudades enteras fueron incendiadas en nombre de la “justicia racial”. Uno de los beneficiarios, el Center for Third World Organizing, se jactó abiertamente de “lanzarse a las calles con la gente”. Otro, el BlackOUT Collective, fue coautor de una guía pro-Hamás que racionalizaba el terrorismo al tiempo que citaba materiales de capacitación que promovían bloqueos y la destrucción de la propiedad. Incluso grupos de apariencia convencional como el Sunrise Movement y el Movement for Black Lives han sido vinculados a este flujo de financiación, con millones de dólares fluyendo hacia ellos para promover causas que con frecuencia implican confrontación, desorden y desprecio por el estado de derecho.
La magnitud de las contribuciones de Soros es asombrosa. Casi 18 millones de dólares se destinaron al Movement for Black Lives, mientras que Dream Defenders recibió cerca de 2 millones de dólares. Sunrise Movement, que ha sido fundamental para interrumpir eventos políticos e impulsar políticas climáticas radicales, también ha recibido millones. Estas sumas no son las monedas de la organización de base, sino inversiones deliberadas en una red que se ha alineado repetidamente con la retórica y las acciones extremistas. No es de extrañar que los críticos ahora argumenten que la filantropía de Soros equivale a financiar disturbios internos.
Naturalmente, las Open Society Foundations niegan cualquier irregularidad. Sus portavoces insisten en que las subvenciones están destinadas a apoyar actividades “pacíficas y legales” y que se espera que los beneficiarios defiendan los derechos humanos. Pero esta defensa suena hueca cuando tantas de las organizaciones respaldadas por Soros han adoptado con orgullo el lenguaje de la confrontación y, en ocasiones, la violencia absoluta. La vasta influencia de Soros lo protege del escrutinio que debería acompañar a tal financiación.
Las revelaciones se producen en un momento de mayor tensión política, tras el asesinato del fundador de Turning Point USA, Charlie Kirk, que las autoridades están investigando como un posible delito con motivaciones políticas. El expresidente Donald Trump ya ha pedido cargos de extorsión contra Soros y su hijo, Alex, mientras que los legisladores republicanos exigen investigaciones en el Congreso. Este informe confirma lo que durante mucho tiempo se ha creído: George Soros no es simplemente un donante político, sino el principal mecenas de la izquierda radical, que impulsa movimientos que desestabilizan las comunidades, glorifican la violencia y amenazan el modo de vida estadounidense.
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