Un grupo de sociólogos transexuales sin titulación médica ha publicado un estudio en el que abogan por el uso de testosterona en mujeres biológicas embarazadas que se identifican como hombres, a pesar de los conocidos riesgos para la salud de sus hijos no nacidos.
El estudio afirma que los médicos cautelares están influidos por lo que denominan “creencias discriminatorias” y no por la investigación científica.
El estudio tacha a estos médicos de “cisnormativos y criticones” y les acusa de calificar de ilícita o egoísta la búsqueda de terapia con testosterona durante el embarazo por parte de las pacientes transexuales.
Sin embargo, se ha demostrado científicamente que el uso de testosterona durante el embarazo es peligroso y plantea riesgos para el niño en desarrollo, como discapacidades congénitas, aumento de las tasas de aborto y parto prematuro, así como interferencias en la producción de leche materna tras el parto.
Sin embargo, el estudio, obviamente ideológico, intenta justificar el uso de testosterona durante el embarazo para evitar tener un hijo “diferente”, pero este razonamiento es erróneo, ya que ser intersexual e identificarse como transgénero no es lo mismo.
Los médicos tienen el deber de proteger tanto a la madre como al feto, y los planteamientos cautelares están justificados. Sin embargo, este estudio también sugiere falsamente que la atención al embarazo está “condicionada por el género”, cuando en realidad se basa en el sexo biológico.
Existen formas alternativas de controlar la depresión y la disforia corporal que no implican el uso de compuestos potencialmente dañinos. En definitiva, la testosterona es peligrosa para el feto en desarrollo y su uso durante el embarazo expone al niño a riesgos innecesarios.
Sin embargo, parece que la salud de los niños, que son el futuro de toda nación, es mucho menos importante que los sentimientos de las personas trans y la forma en que perciben el mundo en que vivimos.