Transexuales y transgéneros en la adolescencia: ¿una nueva moda?

Las consecuencias que para un menor puede tener someterse a este proceso de cambio de sexo son terribles y por vida. Luego ya no hay vuelta atrás

Sonia tenía 16 años cuando todo el mundo le ayudó en su transición. Nadie le cuestionó y sus amigos y familiares pensaban que era feliz.

Varios años más tarde, en el presente con 23 años, no tiene pecho, ni ovarios, ni útero, ni conserva su nombre en el registro.

Lo único que no ha cambiado son sus problemas de salud mental que van en aumento.

Ahora ella no se reconoce como chico, pero nadie le ayuda.

Tanto ella como su familia se sienten desesperados y solos frente a esta situación.

Esta es una historia real, tan sólo con nombre ficticio, de las cientos y cientos que están saliendo a la luz cada vez más a menudo y que podemos encontrar en la página de la agrupación de padres AMANDA[1]. Muchas familias se enfrentan a la llamada Disforia Acelerada o Disforia de Género de Inicio Rápido (DGIR) de sus hijos menores de edad, que se autoidentifican como “trans” o “no binarios”. Lo peculiar es que surge de forma repentina.

Los padres de estos chicos quieren lo mejor para sus hijos, pero se encuentran con dudas y temores que nadie les resuelve. A los adolescentes que no se identifican con su sexo biológico se les presenta como única solución la deriva al equipo de orientación LGTBIQ del instituto de lo que no informan a los padres o a la Unidad de Género o de Transexualidad e Identidad de Género en donde comienzan el proceso de transición. Allí les dicen que tienen derecho a hormonarse. En ningún momento se preocupan por sus antecedentes o situación mental.

Los profesionales médicos y psicólogos están atados de manos o no quieren mostrarse contrarios a esta dictadura del género. A los menores se les permite hormonarse y someterse a una intervención quirúrgica sin necesidad de presentar un informe donde se expongan las posibles causas del malestar del menor.

Muchos adolescentes que sufren inconformidad con su sexo biológico presentan una serie de enfermedades mentales: trastornos de conducta alimenticia como la anorexia, autoestima baja, trastorno límite de la personalidad, depresión, autismo, han presentado tentativas de suicidio o autolesiones. También hay casos que han sufrido abusos sexuales o que no aceptan su cuerpo y han sufrido bullying. Los hay incluso que tienen altas capacidades con dificultades de socialización.

Las consecuencias que para un menor puede tener someterse a este proceso de cambio de sexo son terribles y por vida. Luego ya no hay vuelta atrás.

El aumento tan drástico de adolescentes que piden el cambio de sexo es claramente una muestra de que se trata de un contagio social, resultado de la información que les llega por las redes sociales, del grupo de amigos e incluso de los centros educativos. Por ejemplo, en Madrid, la Unidad de Identidad de Género ha visto un incremento de solicitudes de atención del 500% entre 2017 y 2019, la mayoría de ellas de chicas muy jóvenes. Pero como toda moda que es global, ya en otros países nos llevan la delantera. En Gran Bretaña este incremento ha sido del 4000% entre 2009 y 2018.

Debemos estar más atentos que nunca para salvar a nuestros hijos de las garras de este monstruo ideológico.

Está claro que la transexualidad en los menores es una moda, pero cuyas heridas físicas y morales quedan marcadas en los chicos para siempre.

Puedes encontrar más información sobre el daño de la ideología de género en mi libro “99 respuestas frente a la ideología de género. Una guía con perspectiva cristiana desde la adolescencia”. Contacta en: beatrizmf@asociaciónlibertas.es


[1] https://mailchi.mp/5acd9b943493/lo-que-cuentan-las-familias

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