Desde la ventana de casa veo todas las mañanas dos niñas a las que el autobús de un colegio privado recoge a las 8 de la mañana. Por la tarde, la cuidadora las recoge en la misma parada a las 18.00.
Las niñas tendrán uno 8 y 10 años.
Desde las 8 de la mañana hasta las las 6 de la tarde y ni siquiera son sus padres quienes las recogen a la vuelta del cole.
Pienso mucho en su madre. Una mujer que ve a sus hijas un rato al día. Se está perdiendo lo mejor de la vida.
Cuántas veces nos dejamos distraer de lo importante.
Y aunque estemos en casa con los niños o con nuestro marido, estamos con el móvil, o estamos quejándonos en nuestro corazón sin ser capaces de disfrutar de lo que de verdad es importante.
Los ratitos de charla de sobremesa, que tantas veces me molestan porque hay que recoger o quiero irme a descansar un rato, y cuando se acaban me arrepiento y me da pena haber estropeado un momento insustituible. La hora del baño de los pequeños, tan agotadora y rutinaria, que empiezo a echar de menos porque ya han crecido y no me necesitan. Los juegos de mesa todos juntos, los paseos en bici con Pablo y Juan, los ratos de parque con las pequeñas, hacer un puzle con Carmen o tomar el sol con Teresa….y tantas veces hago como la madre que os decía al principio, me lo pierdo porque me dejo distraer con otras cosas.
Son sólo un puñado de años, ¡crecen tan rápido!, se pasa todo tan deprisa que cuando nos damos cuenta y queremos vivir esos momentos, se nos escurren entre los dedos y no hay manera de retener un poquito el tiempo.
Y el entorno empuja cada vez más fuerza para que miremos más hacia fuera que hacia dentro. Que creamos que el brillo está fuera. Que nos distraigamos de lo importante. Y cuando queramos darnos cuenta de que el motivo de ese brillo está dentro de casa, igual es tarde.
Creo que necesitamos todos pararnos un poco de vez en cuando y pensar que “donde está tu tesoro, allí está tu corazón” y mirar dónde tengo mi tesoro, si en mi marido, mi mujer y mis hijos o en mi prestigio, mi éxito, mi dinero, mi apariencia. El ataque que está sufriendo la familia nos afecta a todos porque nos lleva, sin darnos cuenta, a restarle importancia a la familia. Y es lo más importante de nuestra vida y lo más importante que podemos hacer. Decía la Madre Teresa de Calcuta “si quieres salvar el mundo, ve a tu casa y ama a tu familia”.
No dejes que nada ni nadie te distraiga. Es verdad que hay que trabajar, que hay muchas cosas que hacer, pero el corazón, la ilusión y las ganas, ponlas en casa. Y no dejes para los tuyos las sobras.
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