El Día Internacional de la Familia, que se celebra anualmente el 15 de mayo, suena muy bonito y parece gustar a todo el mundo, pero pone de manifiesto una de las mentiras más peligrosas de nuestra generación: que “familia” puede significar cualquier cosa que uno diga que significa.
Se trata de mucho más que de una cuestión semántica, como se ve en el artículo 16.3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “La familia es la unidad de grupo natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser protegida por la sociedad y el Estado.” Este lenguaje, según el difunto profesor Richard Wilkins, “encarna verdades fundamentales a las que, durante demasiado tiempo, no se ha prestado la atención y el respeto merecidos.”
Como se refleja en los precisos y elegantes términos de la Declaración Universal, la familia no es una mera construcción de la voluntad o la imaginación humana. La familia tiene una conexión profundamente importante con la naturaleza. Esta conexión comienza con las realidades de la reproducción (subrayadas por estudios recientes que demuestran que los niños se desarrollan mejor cuando son criados por padres biológicos casados) y se extiende a las fuerzas que dan forma a la propia civilización. Abarca, entre otras cosas, los resultados personales, sociales, culturales y económicos positivos que, según las investigaciones actuales, se derivan de que un hombre aprenda a vivir con una mujer (y una mujer aprenda a vivir con un hombre) en una relación matrimonial comprometida. La familia, es la “unidad grupal natural y fundamental de la sociedad” precisamente porque la evidencia acumulada atestigua que la supervivencia de la sociedad depende de los resultados positivos derivados de la unión natural de un hombre y una mujer.
Ignorar esta realidad, o pretender lo contrario, es no proporcionar la protección a la que la familia tiene derecho y que necesita desesperadamente. “En todos los lados, la familia está siendo atacada”, advirtió el Presidente Russell M. Nelson en nuestro Congreso Mundial de las Familias. “Muchos se preguntan si la institución ya no es necesaria. Nuestra respuesta es clara. Si hay alguna esperanza para el futuro de las naciones, esa esperanza reside en la familia“.
O, en palabras del Papa Francisco; “Toda amenaza a la familia es una amenaza a la sociedad misma…. El futuro de la humanidad pasa por la familia. Así que protejan a sus familias. Ved en ellas el mayor tesoro de vuestro país y alimentadlas siempre”.
En la Organización Internacional para la Familia hemos declarado, y lo volvemos a hacer ahora, que:
“La familia, comunidad universal basada en la unión conyugal de un hombre y una mujer, es la base de la sociedad, la fuerza de nuestras naciones y la esperanza de la humanidad. Como fundamento último de toda civilización conocida en la historia, la familia es el baluarte probado de la libertad y la clave del desarrollo, la prosperidad y la paz”.
La familia es también la fuente y la cuna de la nueva vida, el refugio natural de los niños y la primera y más importante escuela para enseñar los valores necesarios para el bienestar de los niños y de la sociedad. La familia es realmente nuestro vínculo con el pasado y el puente hacia el futuro.
Y, como instamos en nuestro Congreso Mundial de las Familias,
Pedimos una cultura que honre y permita que los matrimonios sean fieles, satisfactorios y resistentes, que reconozca y proteja las contribuciones excepcionalmente valiosas tanto de las madres como de los padres a la vida de sus hijos; y que fomente los valores y la visión necesarios para los jóvenes para esperar y prepararse para un matrimonio y una paternidad exitosos.
Hacemos un llamamiento a los funcionarios y responsables políticos, a nivel internacional, nacional y en todos los niveles de gobierno, para que establezcan inmediatamente políticas y apliquen medidas para preservar y fortalecer el matrimonio y la familia.
Instamos a los ciudadanos, a los dirigentes y a las personas influyentes de todo el mundo a que den la máxima prioridad a la protección y al fortalecimiento de la familia como fundamento insustituible de la civilización y nuestra única esperanza de prosperidad, paz y progreso.
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