Los activistas LGBT quedaron consternados cuando el domingo por la noche el “Alcalde Pete” Buttigieg anunció la suspensión de su campaña por la nominación del Partido Demócrata a la Presidencia, pero muchos demócratas – y otros – probablemente están dando un suspiro de alivio.
El final de la campaña de Buttigieg pudo haber sido una conclusión inevitable, incluso antes de ser derrotado en las primarias del sábado en Carolina del Sur. Según el pronóstico del sitio web de observación de las elecciones fivethirtyeight.com, Buttigieg tenía menos de un 1% de probabilidad de alcanzar el número necesario de delegados para obtener la nominación. La derrota del sábado simplemente cimentó esas probabilidades en su contra.
Sin embargo, algunos podrían maravillarse por la trayectoria que tomó la campaña de Buttigieg: de consentido por los medios de comunicación y niño prodigio de la izquierda al encogimiento de hombros ante la derrota. Algunos analistas señalan principalmente la incapacidad del candidato para obtener el apoyo necesario de los votantes afroamericanos, indispensables para cualquier aspirante demócrata. Pero este punto de vista no toma en consideración al elefante en la habitación: la sexualidad de Buttigieg.
Por supuesto, los principales medios de comunicación y los analistas no querrán observar este asunto demasiado de cerca. A raíz de la decisión de la Corte Suprema de Obergefell que hizo del “matrimonio” entre personas del mismo sexo una realidad a nivel nacional, la consistente narrativa de la élite liberal ha estado fingiendo que eso fue realmente el resultado de un cambio en las actitudes populares y no una ideología caprichosa impuesta a la nación por cinco jueces no electos.
La verdad del asunto es que muchos estadounidenses todavía creen que el matrimonio es únicamente la unión de un hombre y una mujer, y se podrían molestar mucho por el ejemplo que darían Buttigieg y su “esposo” como primera familia presidencial de Estados Unidos. Una sala de baile en San Francisco pudo haber estallado en vítores cuando Buttigieg fue presentado por su compañero en el escenario y preguntó a la multitud: “¿Tengo un gran esposo o qué?”, pero muchas personas de otros lugares de América – y alrededor del mundo- probablemente no estaban tan entusiasmados. Por lo tanto, aunque es poco probable que veamos encuestas o datos que hagan esta pregunta obvia, porque los medios y el establishment demócrata temen cuál podría ser la respuesta, al menos podríamos reflexionar sobre el asunto: ¿El domingo por la noche demuestra que Estados Unidos no está dispuesto a poner un homosexual en un “matrimonio” entre personas del mismo sexo en la Casa Blanca?