Para ayudar a una persona… ¡quererla con sus defectos!

El defecto, como tal, no puede amarse, pues es un mal. Pero la persona, cualquiera, ha de ser amada con sus defectos, tal como realmente es

Tal como es

Para ayudar a cualquier persona (también a nuestro cónyuge y a nuestros hijos), “primero” hay que quererla “tal como es”, con sus diferencias, limitaciones y defectos. De lo contrario, no se sentiría aceptada ni amada, sino rechazada, y será imposible ayudarle a mejorar.

Los defectos, entendidos correctamente, como aquello que hace daño a quien lo tiene por perjudicar también a quienes lo rodean, no pueden ser propiamente amados (podrían serlo en cuanto que nos ayudan a tomar conciencia de nuestra poquedad, a aceptarnos como somos, a comprender mejor las deficiencias de quienes nos rodean, a no juzgarlos ni juzgarnos…).

Toda persona merece un amor incondicional, es decir, incondicionado e incondicionable.

El defecto, como tal, no puede amarse, pues es un mal. Pero la persona, cualquiera, ha de ser amada con sus defectos, tal como realmente es.

En concreto

Descendamos al terreno familiar y a la primera persona (tú y yo), para considerar el asunto con toda su crudeza.

Y lo mismo, exactamente lo mismo, sucede con el cónyuge… aunque resulte mucho más difícil de llevar a cabo, de entender… e incluso de enunciar con convencimiento.

Querer a una persona de un modo distinto a como es (incluso “mejorándola) es no quererla a ella.

Para que se sienta aceptado

Así, como suena, aunque “suene” francamente duro y disparatado.

Porque solo entonces ese hijo (o el cónyuge): 

La realidad es superior a las ideas, entre otros motivos, porque aunque opone resistencia (es como es), a la vez y por el mismo motivo (es como es) se deja realmente moldear (los cambios meramente “mentales” no afectan a la realidad).

Difícilmente quien no se sabe y siente aceptado puede acoger la ayuda que se le brinda.

A pesar de los pesares

No tendría nada de extraño, sino más bien al contrario, que de entrada estuvieras en desacuerdo con lo que expongo en estas líneas. 

Más, probablemente, con el segundo grupo: el “tuyo y de tu hijo”, que es el que realmente puede doler (y no digamos nada si se tratara del cónyuge).

Te pido simplemente que las consideres con calma y que eches un vistazo a lo que alguna vez seguro que has vivido. 

Por ahora, expongo las cosas tal como las veo, después de haberlas pensado mucho, leído mucho al respecto, y contrastarlo con una experiencia que ya va siendo larga y extensa (más de 70 años, 7 hijos y 12 nietos, más una a punto de nacer). 

Y tu deber es hacer lo mismo: formar tu propia opinión, a la vista de la realidad que te rodea: ¡no tenemos por qué estar de acuerdo!

Piensa lo que te expongo, compáralo con tu propia experiencia… ¡y actúa en consecuencia!

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