Según la tradición que se inicia en Aristóteles, amar es querer el bien para otro. El acto de la voluntad —querer, amar— constituye el núcleo o columna vertebral del amor humano, pero no su totalidad.
El querer es imprescindible, pero no suficiente.
Querer no es poder.
Entre los hombres, el querer tiene que proseguirse y completarse a través de los oportunos:
- afectos
- gestos
- y actos
El querer —núcleo del amor humano— tiene que completarse con los afectos, gestos y actos convenientes.
El lenguaje amoroso del cuerpo
Los gestos y las acciones corporales no solo expresan o manifiestan el querer voluntario, sino que lo realizan, lo encarnan y lo completan.
Y, además, lo realimentan.
El querer propio de la voluntad no está acabado —completo— sino en cuanto se continúa en los gestos y actos corporales que lo prolongan y le dan vida:
- lo realizan plenamente
- y lo intensifican.
El cuerpo no es mera expresión del alma, sino coprincipio imprescindible para la constitución de la persona humana.
Los gestos corporales no solo expresan el querer de la voluntad, sino que lo prolongan y le dan vida: lo realizan plenamente y lo intensifican.
Qué gestos
- No cualquier gesto es apto para encarnar el querer de la voluntad.
- No basta la intención, incluso ardiente y sincera.
- No es posible clavar clavos con una esponja.
Como el amor es “cierta fuerza de unión” (Dionisio areopagita), serán adecuados para encarnarlo aquellos gestos que, por su misma naturaleza, mejor realicen la unión en el plano físico.
Entre nosotros, por ejemplo, el apretón de manos y el abrazo.
«En el abrazo —explica Barbotin—, mis brazos se tienden hacia adelante y se abren para prolongar mi lugar corporal; ofrezco un espacio vivo que es mío, que soy yo, donde el otro está invitado a entrar. El abrazo, cuyo significado culmina en la unión conyugal, expresa la intención esencial del amor: coincidir con el otro, crear entre ambos una nueva unidad».
El abrazo expresa la intención esencial del amor: coincidir con el otro, crear entre ambos una nueva unidad.
Unión viva de lo vivo
¿Por qué en la unión conyugal?
Una nueva y decisiva “pista”: la unión es siempre mayor y más real entre las realidades vivas que entre las inertes:
- las piezas de un ordenador, por ejemplo, actúan “como si” constituyeran una unidad, pero no son una unidad;
- el injerto o el trasplante de órganos, por el contrario, pone en contacto dos realidades vivas, de las que sí surge una nueva unidad: no sólo actúan “como si…”, sino que son una nueva realidad viva.
La unión es siempre mayor y más real entre las realidades vivas que entre las inertes.
Carácter único de la unión conyugal
El significado del abrazo culmina en la unión conyugal porque gracias a ella se realiza, en el plano físico, de un modo único y privilegiado, la unión entre las personas que todo amor busca.
En la unión íntima tiene lugar algo exclusivo de ella.
Tres modos de verlo, cada uno de los cuales incluye y refuerza el anterior:
- Nunca la penetración recíproca de los cuerpos es tan íntima, alcanza tan profunda y exclusiva unidad.
- En ninguna otra ocasión el espacio compartido es tan vivo, se encuentra en tan íntimo contacto con las fuentes de la vida.
- En ningún otro caso, las “porciones del propio cuerpo” que se aproximan y comparten pueden llegar a compenetrarse tan entrañablemente y a identificarse hasta el punto de fundirse en una sola realidad: el hijo, síntesis vital del amor del padre y de la madre.
Máxima unión, unión más viva, una realidad con ser y vida propios.
Ejercida por amor, la sexualidad… ¡es amor!
No solo lo manifiesta: ¡lo es!
Concuerdo con Juan Bautista Torelló, al que gloso:
La sexualidad es la encarnación, la realización física del amor conyugal.
No se trata simplemente de una expresión de amor. ¡Es amor!
Una caricia no es simple expresión de amor: ¡es amor!
No solo es un contacto entre dos superficies corporales, sino entre dos personas reales… y real y plenamente comprometidas en ese gesto.
¡Es amor!, transferido al ámbito corporal y en él completado e intensificado.
No se trata de algo espiritual que reciba a continuación expresión corporal; es auténtica exteriorización, en el ámbito corporal, de la intimidad más profunda.
¡La sexualidad es amor!
La unión íntima, llevada a cabo por amor, ¡es amor!, transferido al ámbito corporal y en él completado e intensificado.
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