En un incidente perturbador en el campus Dary Ribeiro de la Universidad de Brasilia, una estudiante de 19 años fue arrestada el 11 de noviembre después de enfrentarse a un hombre mayor que se identifica como «no binario» en el baño de mujeres. Sintiéndose incómoda con su presencia, insistió en que se fuera, señalando que era biológicamente hombre e inadecuado para el espacio. El enfrentamiento se intensificó hasta convertirse en un altercado verbal, y la estudiante lo tildó de amenaza potencial. Sorprendentemente, el hombre llamó a la policía, alegando discriminación transfóbica, lo que llevó a que se le acusara de «lesión racial», un delito artificioso que equipara las objeciones a la identidad de género con el racismo.
Fue detenida durante la noche sin fianza, mientras que el hombre admitió usar habitualmente tanto las instalaciones masculinas como las femeninas. Injusticias similares están plagando las instituciones brasileñas. En la Universidad Federal de Paraíba, una limpiadora y una administradora universitaria se enfrentan a hasta cinco años de prisión por «racismo social» después de pedir a un hombre que se identifica como trans que saliera del baño de mujeres en 2022. La limpiadora, madre de un niño pequeño, no ha podido encontrar trabajo desde entonces, y la administradora soporta un estrés severo por las acusaciones de «género equivocado».
En otro episodio alarmante en la Universidad de Brasilia, una estudiante fue perseguida y amenazada por un hombre barbudo después de cuestionar su uso de las instalaciones para mujeres, con imágenes virales que capturaban sus agresivas exigencias de «respeto». La persecución se extiende más allá de los campus, como lo demuestra Isabella Cêpa, quien huyó de Brasil y recibió asilo en Europa a principios de este año. Enfrentándose a hasta 25 años de prisión por cinco cargos de «racismo social» por publicaciones en redes sociales que criticaban a un político que se identifica como trans, fue considerada víctima de persecución política.
Su caso la marca como la primera refugiada «de género crítico» del mundo, destacando la supresión tiránica de la verdad en favor de la ideología de género radical. Las naciones occidentales deben prestar atención al descenso de Brasil hacia el autoritarismo, donde el gobierno, en connivencia con las ONG LGBT, ha desplegado un sistema de IA llamado Aletheia para vigilar el discurso en línea. Esta «Plataforma de Respeto» escanea en busca de «género equivocado» u objeciones a la ideología de género, marcando el contenido para su enjuiciamiento.
