En muchos países se celebra en mayo el Día de la madre.
Me parece una preciosidad que sea así porque mayo es el mes de las flores, el mes de la luz. Es un mes que suena dulce, a color, a alegría.
Y una madre es así. Obviamente no sólo así, todo tiene sus sombras y sus claroscuros, pero el Día de la madre, el mes de las madres es para fijarse en el brillo y dejarse deslumbrar y disfrutar con él.
La madre es el alma y centro de una familia. Nos guste o no, es así. Una madre marca el termómetro de la alegría y la vida en casa. Yo pienso que no puedo permitirme el lujo de estar de mal humor porque entonces todo el mundo lo está o hay como silencio. Y eso, a mí personalmente, me parece un privilegio porque hace que me sea más fácil mejorar. Tengo que sonreír por ellos, tengo que superar el orgullo o el mal genio por ellos, tengo que saber escuchar, ser cariñosa, paciente y transmitir ternura por ellos. Y siendo así, me resulta mucho más fácil.
Ellos siempre me miran, de una manera u otro, siempre alguien te está mirando y se está mirando en ti, eres su ejemplo, y te imita siempre. Por eso, no puedes criticar, no puedes dar portazos ni puedes mentir. Que a veces lo haces, sí, no pasa nada, pero sabes que está mal y no se debe hacer, pides perdón y a empezar otra vez.
Tienes que ser generoso, saludar a los vecinos, dar limosna cuando te piden por la calle, rezar todos los días…y porque ellos te están mirando, es más fácil hacerlo. Porque por ellos, lo que sea.
Ser madre es un privilegio y un regalo y es, además, la manera más fácil de crecer y ser mejor persona.
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