Más madera al fuego del diálogo: Astaná recupera la llama de Asís

Frente al pesimismo del "homo homini lupus", monseñor Mumbiela rescata en nuestra conversación la revolución cristiana, "homo homini frater": "El otro no es un enemigo ni un lobo, sino un hermano".

Imaginemos que Jesucristo apareciera en videoconferencia y, con la serenidad de quien ya lo dijo todo, nos recordara: «“Aquí tenéis el Evangelio. Ya os lo dejé”. Tal vez hablaría de las Bienaventuranzas. » Así lo imagina, en conversación conmigo vía videoconferencia el sábado 13 de septiembre de 2025, monseñor José Luis Mumbiela, obispo de Almaty, en Kazajistán, al hablar del Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales que se celebrará en Astaná los días 17 y 18 de septiembre de 2025. En este marco histórico resuena el espíritu del Concilio Vaticano II, especialmente la declaración Nostra Aetate (1965), que marcó un punto de inflexión en la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas, y de la cual se cumplen ahora 60 años. Allí se afirmaba que la Iglesia católica “nada rechaza de lo que en estas religiones hay de verdadero y santo” y se exhortaba a promover la comprensión mutua y la fraternidad entre los pueblos. El Congreso de Astaná puede leerse, medio siglo después, como una de las concreciones más visibles de ese impulso conciliar: un espacio donde se cultiva la confianza y el respeto recíproco.

Este foro, nacido tras la tragedia del 11 de septiembre de 2001 e inspirado por el Espíritu de Asís de Juan Pablo II, busca reunir a delegaciones de decenas de países en un momento de tensiones internacionales y guerras abiertas. Su origen se remonta a la iniciativa del entonces presidente Nursultán Nazarbáyev, al acuerdo de libertad religiosa firmado con el Vaticano en 1998 y al empuje diplomático del cardenal Angelo Sodano, junto al respaldo espiritual de los franciscanos en Asís.

Lo que en su día se soñó como un organismo interreligioso de alto standing en cierta manera equiparable a una entidad vinculada a la ONU, tal vez en la opinión  de algunos se ha quedado reducido a meros congresos periódicos. Valiosos, sí, pero más como escaparate que como motor institucional. Mumbiela lo dice con ironía: “Todo proyecto puede ir cambiando su proyección.” Y, sin embargo, insiste en que el valor sigue ahí: en cada edición se reaviva la llama de la confianza y la fraternidad. Porque lo central, subraya monseñor Mumbiela, no son tanto las declaraciones finales ni los titulares de prensa, sino la confianza. “Si la gente se va a casa habiendo construido confianza, ya es suficiente”, suele repetir. Frente al pesimismo del homo homini lupus, Mumbiela rescata la revolución cristiana: homo homini frater. El otro no es un enemigo ni un lobo, sino un hermano.

Y esta fraternidad no es una consigna masónica, como algunos sospechan equivocadamente. Es una realidad cristiana, tan potente que incluso la masonería ha hecho suya la palabra fraternidad. Pero su raíz, insiste Mumbiela, está en Cristo: esa es la verdadera revolución del cristianismo.

En este sentido, cuando en Occidente muchos piensan que el cristianismo se ha “descafeinado”, Mumbiela recuerda que no es así: hay multitud de personas que viven el cristianismo real, sin descafeinar y sin hacer ruido, sosteniendo en silencio a la Iglesia. Ellos son, a menudo invisibles, la prueba de que la fe sigue viva.

Por eso insiste en que la vivencia de estos Congresos es ya un fermento de una cultura del encuentro, donde la fraternidad universal se traduce en cultura común: no para pegarnos, sino para relacionarnos pacíficamente, “como hermanos y no como lobos”.

¿Qué desea Mumbiela del Congreso? Su respuesta es tan sencilla como contundente: “Que se siga repitiendo. Hay que seguir dando leña a este fuego.” Y recurre al cine: como Groucho Marx en Los hermanos Marx en el Oeste, grita metafóricamente: mientras vemos las amenazas de guerra fría y la frialdad de tantos corazones e instituciones ante los desastres sociales que vivimos en todo el mundo, “¡Más madera! ¡Más congresos! ¡Más madera! ¡Que hay guerras! ¡Más madera!”

El Congreso de Astaná arranca de nuevo. Tal vez no sea todavía lo que se soñó. Tal vez siga siendo un escaparate. Pero en un mundo de guerras y sospechas, incluso un escaparate puede reflejar una alternativa: la fraternidad como propuesta cristiana y universal.

Seguiré abundando en los entresijos de esta octava edición y en el Espíritu de Asís en estos diálogos, así como en las desviaciones que encuentra el espíritu de asís en estos diálogos. No se puede obviar que la libertad religiosa es una flor delicada que no debe exponerse a condicionantes externos agresivos, sobre todo en su fase de gestación. Al respecto publiqué un artículo sobre cómo los supuestos derechos humanos de la comunidad autoetiquetada LGBTI+ se oponen diametralmente a ella.

Del 17 al 18 de septiembre, la locomotora del diálogo volverá a echar humo en la estepa kazaja. El reto es no dejar que se apague el fuego. Y me habla Mumbiela de la Unidad. La Unidad en la diversidad. Kazajstán es una tierra de diversidad de orígenes y de religiones. Sin embargo la convivencia pacífica es real. Y nadie deja de creer en su Fe o de practicar su religión por considerarse Hermano de su prójimo.

Para monseñor Mumbiela, la unidad es mucho más que un valor decorativo: es la clave que explica el renacimiento de Kazajistán tras el colapso soviético. “La unidad fortalece la sociedad. Eso conlleva el progreso. Eso conlleva la paz”, afirma. Recuerda que en aquellos años “la pregunta era cómo construir un país nuevo, próspero y pacífico, y la respuesta fue clara: la unidad como proyecto común. Las generaciones jóvenes no han conocido aquella época de penurias, y las mayores se van perdiendo por la edad, de ahí la urgencia de transmitir esta memoria”. En palabras del obispo, el verdadero reto de hoy es mantener viva la conciencia de que la prosperidad y la paz solo se sostienen cuando se aprende a mirarse como parte de un mismo cuerpo social, más allá de ideologías o fracturas culturales.

Y se me ocurre  recordar que Jesucristo es el Príncipe de la paz. La Paz se encuentra en la Unidad, en mayúsculas, en el mismo corazón de la oración de Cristo al Padre. No es por otra razón que al príncipe de las tinieblas se le apoda satanás, que significa “el que divide”.

Puedes leer también mi artículo sobre la baja calidad de las traducciones de documentos realizadas en el Vaticano, y que en el ámbito de estos diálogos entorno al Documento de la Fraternidad Humana han traído grave polémica. Se le supondría al Vaticano que utilizara a personas capaces y que estas coordinaran sus trabajos de manera eficaz, para no promover, precisamente, la división a través del cisma. Por ello, grave responsabilidad la de los participantes en un congreso de este calibre, y grave responsabilidad en todos los estadios desde la gestación a la comunicación de sus resoluciones. Un Congreso, en definitiva, que es un aporte muy significativo en este Año Jubilar de la Esperanza que vive la Iglesia Católica, con el lema «Peregrinos de la Esperanza».

Salir de la versión móvil