Marcha por la Vida 2022 en EEUU contada por una estudiante universitaria

Seguiremos al pie del cañón defendiendo a aquellos que no pueden valerse por sí mismos.

Una gran decepción invadió el campus de la Universidad Ave María al enterarnos que la Marcha por la Vida del 2021 era cancelada debido al COVID. Desde entonces y a medida que se acercaba la fecha de la Marcha de este año, las inscripciones fueron llegando y en mayor número. El interés superó con creces nuestras expectativas. Aspirábamos a ser unos ciento cincuenta, pero al final se armó un grupo de más de doscientos.

Como vicepresidente del grupo estudiantil “Ave for Life” y con mis compañeros de la junta directiva deseamos mostrar a la nación y, sobre todo, a los jueces de la Corte Suprema que los jóvenes estadounidenses queremos acabar con la lacra del aborto. Somos conscientes que un tercio de nuestra generación ha sido víctima de las curetas de los abortistas.

El miércoles pasado a bordo de cuatro autobuses iniciamos el largo viaje a la capital de nuestra nación. Veintiún horas después, cansados, pero con el ánimo al tope, llegamos justo a tiempo para celebrar la Vigilia por la Vida en la Basílica del Santuario Nacional. La oración es una parte esencial del trabajo pro-vida.

Fuimos recibidos y hospedados con alegría en la parroquia y la escuela de St. John The Beloved en Arlington, Virginia. Los hombres durmieron en el piso del gimnasio y las mujeres en la cafetería. Y aunque los pisos eran duros y los baños limitados, a nadie le importó. Todos sabíamos que era una peregrinación, no un viaje de vacaciones, y los peregrinos no esperan alojamiento de primera clase. La comunidad de St. John’s se sacrificó por nosotros para permitirnos marchar por la vida y, nosotros a su vez, aceptamos estos pequeños sacrificios y los ofrecimos por los no nacidos.

El viernes 21 de enero fue el día de la marcha. Amaneció frío y claro. Y cuando digo “frío”, quiero decir que hacía -12 grados C. Sin embargo, eso de ninguna manera apagó nuestros espíritus en lo más mínimo. Todos habíamos llevado la ropa más abrigadora que teníamos. La mayoría nos pusimos encima todo lo que trajimos. A pesar de las condiciones de congelación, no se nos permitió entrar a la mayoría de los restaurantes y hoteles para calentarnos debido a los mandatos de vacunación. Sin embargo, e incluso cuando nuestros dedos de los pies comenzaron a entumecerse, todos sonreíamos mientras nos dirigíamos hacia la manifestación.

Creo que hablo por todos cuando digo que me sorprendió el nivel de participación. Debe haber habido más de 100.000 manifestantes presentes. Fue la multitud más grande y más amigable de la que he formado parte en toda mi vida. Fue conmovedor pensar que todos estábamos allí con un propósito: dar voz a los que no tienen voz.

Estábamos unidos en nuestro compromiso de poner fin a la matanza de inocentes que ha tenido lugar desde 1973. ¡¡Casi 64 millones de abortos!! Las filas de los jóvenes estadounidenses se han reducido abriendo una gran brecha en la vida de nuestro país. Nosotros, los sobrevivientes, tenemos mucho que decir contra esta tragedia continua que nos ha empobrecido de diversas maneras.

De pie frente a la Corte Suprema al final de la marcha, todos oramos para que ésta fuera la última Marcha Nacional por la Vida en la capital de nuestra nación. Pero sabemos bien que, aunque Roe v. Wade finalmente se anule en unos meses, la batalla continuará a nivel de los estados.

Mientras se sacrifique la vida de un niño por el aborto, mis compañeros de estudios y yo seguiremos al pie del cañón, defendiendo a aquellos que no pueden valerse por sí mismos.

Salir de la versión móvil