La campeona olímpica Sydney McLaughlin-Levrone ha atribuido su actuación récord en los Juegos Olímpicos de 2024 a la inspiración divina.
Tras su asombrosa victoria en los 400 metros vallas, que le valió una segunda medalla de oro consecutiva, McLaughlin-Levrone se mostró abierta a la hora de atribuir sus hazañas atléticas a su fe.
“Todo lo que hago se lo atribuyo a Dios”, dijo.
“Él me ha concedido un don, un espíritu decidido, y yo sólo quiero seguir creciendo y utilizando mi plataforma para glorificarle”.
En los momentos cruciales justo antes de una carrera, McLaughlin-Levrone recurre a la oración.
Pide ser un instrumento de la magnificencia divina, a través de su habilidad o de su conducta.
“Saber que, sea cual sea el resultado, Él recibirá las alabanzas, ésa es la razón por la que hago lo que hago”, articula la campeona.
McLaughlin-Levrone pulverizó su anterior récord mundial en los Juegos Olímpicos de París, estableciendo un nuevo tiempo de 50,37 segundos en los 400 metros vallas femeninos.
Al hacerlo, no sólo batió el récord anterior que había establecido en los Juegos Olímpicos de Tokio 2021, sino que también marcó su nombre en los anales del atletismo como una campeona sin igual.
Asidua a la iglesia de una comunidad evangélica no confesional de Los Ángeles, McLaughlin-Levrone extiende su visión basada en la fe a su persona pública, reconociendo profusamente sus creencias tanto en entrevistas como en publicaciones en las redes sociales.
Reflexionando sobre su viaje a los Juegos Olímpicos, publicó en Instagram sobre los momentos de prueba que soportó a lo largo del camino, siendo su fe la luz que la guió en todo momento.
Concluyó con fuerza, diciendo: “Ya no corro para el autorreconocimiento, sino para reflejar Su perfecta voluntad…
Los récords van y vienen.
La gloria de Dios es eterna.
Gracias, Padre”.