La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024 enfureció a muchos al presentar una parodia de la Última Cena protagonizada por una drag queen. Figuras religiosas de alto nivel de todo EE.UU. se apresuraron a denunciar el espectáculo. El obispo de Minnesota, Robert Barron, calificó el acto de “burda burla” y animó a los católicos a expresar su descontento. Percibió la parodia como un símbolo de una “sociedad posmoderna profundamente secularista” que identifica al cristianismo como su adversario. El obispo de Madison, Wisconsin, Donald Hying, propuso una respuesta espiritual, animando a los católicos a intensificar su devoción a la Eucaristía, al Sagrado Corazón y a la Virgen María. Reiteró la necesidad de que Jesús sea “adorado y amado en todos los tabernáculos del mundo”. El obispo Daniel Flores de Brownsville, Texas, expresó su repulsa, criticando la falta de respeto mostrada hacia el cristianismo. Líderes no cristianos, entre ellos el Dr. judío Eli David, también denunciaron que el acto demostraba un desprecio por el cristianismo y lo describieron como un testamento de la regresión cultural de Europa. El multimillonario Elon Musk también criticó la representación, tachándola de muy irrespetuosa con los cristianos. El senador estadounidense, y católico, Marco Rubio respondió haciendo referencia a un versículo bíblico y calificó la ceremonia olímpica de “espectáculo de fenómenos”.
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