El día 5 del mes de abril de 2021 se cumplieron 16 años de la marcha al cielo de san Juan Pablo II. Es por ello por lo que esta entrevista al que fuera su portavoz durante todo su pontificado, el periodista y médico Joaquín Navarro Valls, cobre de nuevo especial relevancia. Esta entrevista fue realizada a los 9 años de su muerte, y a pocos días de su canonización por el Papa Francisco el 27 de abril, junto al también papa Juan XXIII. Navarro Valls fue el primer laico de la historia en ocupar el puesto de Jefe de Prensa del Vaticano.
JORDI PICAZO – IFN – Vámonos 9 años atrás, Dr. Navarro-Valls: hábleme de ese momento en que nos dejó Karol Wojtyla.
JOAQUÍN NAVARRO-VALLS – Bueno, en aquel momento yo tuve la seguridad de que era el final de su sufrimiento.
JP -IFN – ¿Cuál es la anécdota que lleva más junto a su corazón de sus vivencias con JPII?
NAVARRO-Va – Me resulta extraordinariamente difícil sacar un recuerdo de esa masa enorme que conforma una unidad de tantísimo años con Juan Pablo II. Ahora bien, como tema recurrente estaban esas bromas personales que contaba con su buen humor. Normalmente hablábamos en el trabajo en italiano pero cuando él empezaba una conversación en castellano, entonces yo sabía que era porque quería tomarme el pelo en alguna cosa; y eran unos momentos de extraordinaria naturalidad. Ese es un recuerdo que conservo verdaderamente en mi corazón. Fueron muchos esos momentos en tantos años.
JP -IFN – ¿Algún rasgo diferenciador de Karol Wojtyla? Cuál era su carisma, y cuál el de Juan XXIII? ¿Con qué título se canonizará a los nuevos santos Papas? ¿De qué serán especiales intercesores y cuáles son a su modo de ver los rasgos que podríamos llamar distintivos de la espiritualidad de JPII?
NAVARRO-Va – Yo no sé cuál es el título que adoptará el Papa Francisco el 27 de abril, no conozco el texto de la promulgación de la santidad de estos dos beatos. Sobre lo que me pregunta usted acerca de para qué podría ser especial intercesor Juan pablo II, pienso que podría ser intercesor de la vida, de la vida humana, en todos sus aspectos, en todo su riqueza, en todas sus posibilidades; él era una persona enamorada de la vida, de la vida de cualquier ser humano. Toda porque toda la vida de un ser humano tiene un sentido profundo, un sentido antropológico, filosófico; por tanto pienso que podría ser intercesor de toda la vida, más que de un aspecto específico de ella.
Sin embargo pienso que hay un rasgo que no veo suficientemente subrayado en la mayoría de las muchas biografías que se han publicado, y que era distintivo, específico de él, que era la alegría; dicho de otro modo, su sentido del humor, su buen humor. Lo he visto cuando hablábamos de temas que eran muy serios sobre la humanidad, la iglesia, las relaciones internacionales, de lo que fuera; y siempre, siempre veía el problema desde una perspectiva que era optimista: era alegre naturalmente.
¿De dónde arrancaba esta alegría? Ésta en la gran pregunta biográfica: no era un hombre simplemente con una psicología festiva, ¡no! Iba mucho más allá que todo eso, es que creía al pie de la letra y con una gran intensidad esas dos primeras líneas de la primera biografía humana que existe, la del Libro del Génesis: “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”. Lo creía de tal modo que incluso en las situaciones aparentemente más dramáticas no podía olvidar ese hecho. Ahí era donde se fundaba en él esa alegría y ese buen humor que le era tan característico.
JP -IFN – ¿Puede mencionar algunos rasgos personales del nuevo santo? ¿Qué hacía llorar a Karol Wojtyla? ¿Qué música escuchaba? ¿Cuál era su sueño? ¿Con qué libro hacía oración?
NAVARRO-Va – Llorar, yo creo que nada, porque en tantos años juntos nunca lo he visto llorar: lo he visto conmovido, lo he visto emocionado; pero llorar exteriormente tengo que decir que no lo he visto nunca, ni en público ni en privado.
Él tenía un gran oído musical pero vi que lo que más le gustaba eran los cantos populares polacos. Cuando le mandaban un disco lo gozaba: eran esas cosas con esa riqueza que se conserva en todo los países en sus cantos populares, que no son más que un condensado musical de filosofía popular.
En cuanto a su sueño, realmente era un hombre de muchos sueños. Uno que indudablemente estaba allí era el sueño de poder ir a China. No lo pudo llevar a cabo.
Fundamentalmente rezaba con la Biblia Y concretamente con el Evangelio de San Juan. Alguna vez le hice una pregunta absurda: si desaparecieran todo los evangelios, qué página o qué cita conservaría Usted, de todo esto que iba a desaparecer. No dudó ni un segundo, me mencionó aquel capítulo de San Juan donde se lee “la verdad os hará libres”; era un hombre tan enamorado de la verdad que cuando me mencionaba eso añadió: «hace más de 30 años que pienso sobre esto y todavía continúo elaborando», pensando sobre esa frase de San Juan.
JP -IFN – ¿Qué lugar ocupaba el pueblo polaco en el corazón de Wojtyla?
NAVARRO-Va – Naturalmente se sentía muy polaco, se sentía muy hijo de aquella cultura eslava. Recuerdo, es una anécdota en paralelo, aquella entrevista de Juan Pablo II con Mikhail Gorbachov. Fue una entrevista histórica y fundamental, el uno de diciembre de mil novecientos ochenta y nueve, la primera de una serie que ponía fin, o mejor dicho iniciaba el período de los grandes cambios que afectarían a las vidas de centenares de millones de personas en el centro y en el este europeo Recuerdo el comentario de Mikhail Gorbachov después de aquella larga conversación, sobre el Papa: «los dos somos eslavos»; es decir hubo una complicidad entre ambos, y eso era recurrente y un rasgo fundamental en la persona de Juan Pablo II. Se sentía muy hijo de Polonia y al mismo tiempo como todos sabemos era un cosmopolita, un hombre que se sentía a gusto en cualquier cultura del mundo.
JP -IFN – ¿En qué se fundaba su amor a la espiritualidad de los místicos españoles? ¿Cómo describiría su amor por España?
NAVARRO-Va – Aquí tenemos un tema biográfico. Cuando él en ese momento se disponía a elegir el tema de la propia tesis doctoral, lo cual es un momento crítico en la vida de cualquier intelectual, en la vida de cualquier ser humano que estudia; él no dudó en elegir un santo español, San Juan de la Cruz. Y a este místico le dedicó mucho tiempo y durante toda su vida reflexionó, y giró en torno a las obras históricas de San Juan de la Cruz. Conocía por otro lado perfectamente bien a Santa Teresa de Jesús, y conocía a muchísimos santos españoles pero San Juan de la cruz de algún modo configuró a Juan Pablo II, su interioridad, su identidad.
JP -IFN – ¿Qué favores ha obtenido a través de su intercesión? ¿Qué milagros han llegado a su conocimiento por el mundo?
NAVARRO-Va – Desde luego acudo a él con mucha frecuencia. Me permitirá que guarde para mí lo que le pido o los favores que he obtenido de él. A mí mismo me digo en muchas ocasiones, “no lo dejes dormir”. Naturalmente es un lenguaje alegórico.
Me han llegado y me llegaron ya mientras él estaba en esta tierra, algunas noticias de hecho de personas que decían «me ha ocurrido esto o aquello, yo lo atribuyo a Juan Pablo II». En todos los casos yo les he contestado: “reúna usted todo el material —si se trataba de curaciones—, y envíelo a la postulación de la causa de beatificación”. Era el cauce normal que había. Naturalmente no me paraba a considerar la veracidad de los hechos pues es un tema que pertenecía al Postulador de la Causa.
JP -IFN – ¿Alguna experiencia mística entre Santa María y Karol Wojtyla?
NAVARRO-Va – Ése es todo un gran capítulo de la vida de Karol Wojtyla. Cuando lo veía rezar, concretamente en Fátima o en Lourdes, o en otros lugares donde había un santuario mariano, me parecía estar viendo en aquella figura orante de Juan Pablo II toda la profundidad de un teólogo que conoce muy bien la teología, pero inseparablemente unido a esa dimensión vislumbraba la espontaneidad de un niño, de un niño pequeño. Dos cosas perfectamente unidas y equilibradas: era el rasgo que me permitía de algún modo entrar en esa dimensión mariana de su existencia.
JP -IFN – JP II dijo a Monseñor Cafarra en una ocasión, «ve a ver a Álvaro del Portillo, encontrarás apoyo en él, como en mí». Cuando murió del Portillo, el Papa fue a rezar ante su capilla ardiente a la sede del Opus Dei en Roma, y al agradecerle Monseñor Echevarría, entonces Secretario General del Opus Dei, su gesto, el Papa comentó que «era necesario, era necesario». Ahora, el Papa Francisco ha dicho que no concibe la iglesia sin el Opus Dei, Comunión y Liberación y los movimientos. Del Portillo seguirá ahora a Wojtyla a los altares, en septiembre, en Madrid. ¿Es una bella coincidencia? ¿Los movimientos dentro de la iglesia dan vitalidad a la Esposa de Cristo?
NAVARRO-Va – El primer tema es esa referencia que hace Usted al Opus Dei y en general a las instituciones de la Iglesia Católica y que tiene como punto central al mundo laical, el mundo de los laicos. Esto es literalmente Concilio Vaticano II: La centralidad del laico en la misión de la iglesia. Francisco, por citar al último Papa está insistiendo también mucho en esto. No es solamente el final de una reflexión teológica: es un dato práctico de carácter demográfico. En la Iglesia Católica habrá aproximadamente cuatrocientos cincuenta mil o quinientos mil sacerdotes, religiosos y religiosas, pero hay mil doscientos millones de laicos. Ignorar la vitalidad de este hecho en términos puramente demográficos sería absurdo. Juan Pablo II dedicó gran parte de su misión pastoral antes de ser elegido Papa al mundo de los laicos. Primero andaba al monte con chicos y chicas; luego con matrimonios; después ha elaborado libros.
En el caso de Don Álvaro del Portillo y Juan Pablo II lo que puedo decir es que se veían con bastante frecuencia; supongo que el Papa le pediría alguna ayuda o le preguntaría algunas cosas. Le pediría ayuda para algunos objetivos que yo en este momento no conozco, pero esa amistad existía y fue de algún modo subrayada en ese momento excepcional que es que, el mismo día que murió del Portillo, quiso el Papa acudir a la capilla ardiente. Tengo que decir que en todos los años de pontificado solo vi al Papa hacer una excepción análoga; porque ni siquiera cuando moría un cardenal en Roma iba el Papa a la casa, celebraba un funeral unos días después por él, y esa única excepción además de con Álvaro de Portillo fue cuando murió el médico que lo operó el día del atentado: el Dr. Francesco Crucitti. Le dijimos, Santo Padre va a sentar un precedente el ir a ver a una persona a su casa. La respuesta del Papa fue «este hombre me ha salvado la vida, yo voy a su casa». Fueron las dos únicas excepciones que recuerdo en todo el pontificado.
Continuará en la segunda parte final.
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