La pandemia ha sido la excusa de los laicistas radicales para lograr su sueño: un mundo sin Dios, una sociedad sin iglesias, una comunidad sin creyentes.
Varios estados han aprovechado la crisis del covid19 para introducir restricciones a la libertad religiosa.
El arzobispo de California ha tenido que recurrir a la Justicia para defender el derecho de los creyentes. Lo mismo ha hecho el obispo de Washington ante unas restricciones que limitan a 50 los creyentes en la Iglesia en la misa del gallo. ¿Qué pasa con una comunidad de 750.000 cristianos de la capital americana?
Pennsylvania, Nevada, Nueva York, Illinois y Massachusetts se suman a los estados que restringen injustificadamente la libertad religiosa.
Porque mientras que se establecen límites para las celebraciones navideñas no hay límite alguno al consumo en los centros comerciales. El ‘dios’ consumo y el ‘dios’ dinero pueden seguir siendo adorados.
El becerro de oro sigue intacto mientras que la sospecha se centra sobre iglesias y templos.
El Centro de Prevención de Enfermedades de Atlanta no recomienda ni el cierre ni las restricciones de los templos. Es la institución sanitaria más prestigiosa del mundo. Pero algunos gobernadores y alcaldes se creen más papistas que el papa…
Desconocen la primera enmienda de la Constitución americana que consagra el derecho a la libertad religiosa. Y desconocen algo peor: no tiene sentido celebrar la Navidad si no celebramos al Dios hecho hombre, al Dios-Niño que nos devuelve la Esperanza.
La Corte Suprema de los EEUU ya se ha manifestado a favor del derecho de los creyentes a celebrar la Navidad.
Pero todavía quedan flecos por resolver en los que el Fiscal General, William Barr, tendrá que manifestarse.
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