Por enmarcar el artículo, recordemos que el estado español declaró la guerra en 1985 y, desde entonces, cada año asesinan a más de 90.000 bebés, solo en España. Efectivamente, como ya habrás deducido, es el mayor genocidio de la historia humana.
La ley del aborto ha asesinado desde su aprobación a más de 2.350.000 personas. Se dice pronto, pero ¿os imagináis eliminar a toda la población de la Comunidad de Castilla-Léon?
Este dato solo marca un suelo, porque sabemos que el dato es muy mayor: los que siguen haciéndose de forma clandestina por la trata de seres y prostitución, los que no cumplen con los plazos y causales en la ley, así como los químicos. Estos últimos deben ser tan banales y de tan poca entidad para el Instituto Nacional de Estadística que no merecen ser reconocidos ni como abortos.
Y a esto se le suma el hecho de que en los abortorios no solo mueren bebés, sino que también las madres y el personal sanitario que lo practica. Es la exponencial perfecta de condenación. A la sala entran 3 personas humanas, salen 3: una muerta físicamente y las otras dos espiritualmente. Porque como indicaba el título del artículo, en el pecado va la penitencia: y el que mata, en el fondo de su ser, muere.
El vientre de la mujer se ha convertido en el lugar más peligroso para el ser humano. El derecho a nacer se ha colocado en segundo plano, y ahora es más privilegio que otra cosa. Si en otro momento era más complicado de visualizar que la vida es un don, un regalo. Ahora podemos decir: que estamos vivos de milagro. Porque, tanto tú que me lees como yo, somos unos supervivientes de las leyes ideológicas. Y por eso nos va la vida en defender a los no nacidos, a las madres y al personal sanitario. Porque celebramos la vida, con la alegría de vivir, de sabernos vivos. Créeme que ni la madre ni el personal sanitario se entenderán supervivientes. Más bien pasarán la vida sobreviviendo de sí mismos, porque la sangría de esos niños bañan sus manos y su conciencia para siempre.
Porque pobres madres, que piensan que la maternidad se reduce a la carne. Las engañan, y ellas pasan toda su vida anhelando algo que no acaban de identificar, porque dentro de su ser son mamás, mamás de niños muertos.
Frente a los desesperanzados, que argumentan que es mejor abortar que traer hijos para que vivan bajo la pobreza, he de decirles que la pobreza no se combate eliminando a los pobres. Y en cualquier caso, existen más esperanzas de salir adelante estando vivo, que estando muerto.
Y frente a los puntillosos, cuyo argumento se basa en los plazos, decirles que el corazón de un ser humano se forma a la tercera semana y a la cuarta los latidos se pueden oír, pero eso poco importa porque científicamente la vida surge en la concepción, es decir, en el instante 0.
El día de los inocentes, la sociedad y los políticos se ríen. Que me expliquen la broma.
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