El Papa Francisco dijo una vez, no sé cuando ni donde ni tampoco importa en realidad, que las 3 palabras más bonitas en una familia son ‘Por favor’ ‘perdón’ y ‘gracias’.
Yo escribí esas tres palabras en grande y las pegué en los armarios de la cocina, bien a la vista de todos. Supongo que ya casi ni nos damos cuenta de que están, pero ahí siguen y, de vez en cuando hao el esfuerzo de sacar el tema en la conversación y señalar las palabras.
Como se suele decir a los niños de pequeños, son las palabras ‘mágicas’ porque abren todas las puertas.
No sabría elegir, si tuviese que quedarme con una sola, pero quizá sí pondría ‘perdón’ en primer lugar. Pedir perdón y perdonar. No se trata de no meter la pata, sino de sacarla, darse cuenta de que nos hemos equivocado, pedir perdón y empezar de nuevo. Pedir perdón implica el agradecimiento y también el reconocer al otro como digno de nuestro respeto y, por lo tanto, de no sentirnos dueños o jefes, de ahí el ‘por favor’.
Parece a veces que, por ser familia, hay confianza suficiente y no hace falta el ‘por favor’ o el ‘gracias’. Pero es que no son palabras huecas, no las veamos como palabras simplemente formales de mera educación, en casa, esas palabras están llenas de contenido profundo que dicen mucho más que la propia palabra. Dicen ‘te respeto’, dicen ‘quiero mejorar’ dicen ‘eres tan importante para mí como yo mismo’ y van dando forma a la familia y la manera de respetarse y quererse unos a otros.
Aprendí pedir perdón precisamente porque eché de menos que a mí me lo pidiesen. Es tan fácil y tan necesario…, perdir perdón de corazón y rápidamente, no esperar hasta que la situación es insistenible y ya pides perdón un poco por obligación o para que se acabe el mal rollo. No merece la pena que el orgullo te endurezca el corazón y te impida decir esas palabras verdaderamente mágicas “¿me perdonas?” .
Y cuando os pidan perdón, perdonad con alegría, sin volver a abrir las heridas o volver otra vez sobre el mal. Perdonad, sin más, con una gran sonrisa, con el corazón y los brazos abiertos de par en par. Y si hay algo que aclarar o hablar, se hace, pero desde el perdón, no desde lo alto del pedestal de quien tenía razón.
Y hablo de hijos a padres, de hermanos entre sí y de padres a hijos. Sí, de padres a hijos. Tenemos mucho por lo que pedir perdón. “padres, no exasperéis a vuestros hijos”, no digáis ‘No’ por definición o porque te viene mal o no te apetece, no impongáis restricciones o prohibiciones aleatorias, no os creáis con el derecho a insultar o despreciar o reíros de vuestros hijos, no despreciéis sus sentimientos o sus capacidades o falta de ellas. Y si lo hacéis, pedid perdón. Y hablo, por supuesto y en primer lugar, del matrimonio. Por favor, gracias y perdón como palabras llenas de sentido y de fuerza: agradecimiento, respeto y humildad como ingredientes fundamentales para una receta de éxito y de felicidad.
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