Rezar con mis hijos, vivir el adviento, la verdadera Navidad, peregrinar a Guadalupe o tener una buena y amplia biblioteca y ratos de lectura familiar son un acto revolucionario. Incluso, enseñarles a hacer cocido a fuego lento o comer gachas. Como dice John Dreher en su último e imprescindible libro “vivir sin mentiras”: “cualquier tipo de acto colectivo que conecte a la comunidad con su historia sagrada y secular de una manera viva es un acto de resistencia a un ethos que dice que el pasado no importa”.
El totalitarismo suave que nos acecha, que ya está tejiendo sus redes y atrapando a los jóvenes, quiere borrar nuestra memoria cultural e histórica. Quiere anular las raíces y tradiciones y especialmente aquellas que se refieren a la religión, la familia y la patria.
Dice Dreher que impresiona ver cómo las generaciones más jóvenes ignoran cosas del pasado cercano y que eso les hace casi abrazar este nuevo totalitarismo que viene dando grandes zancadas para instalarse en nuestro salón.
Un totalitarismo que utiliza la dictadura del lenguaje, del pensamiento, de lo políticamente correcto, basado en mentiras y propaganda y borrando de la memoria aquello que no les interesa. Y esto no es una paranoia, basta mirar un poco cómo se reinventa la historia, cómo se manipula, cómo se pretende borrar tradiciones inventando otras nuevas, cómo se ataca al disidente, cómo se jalea al que critica al que se sale de lo políticamente correcto “riéndole” la gracia”.
Los tradicionales belenes de Navidad, se van sustituyendo por paisajes nevados y escenas de niños patinando sobre hielo, se rechaza el felicitar la Navidad y se recomienda usar “Felices Fiestas” con la excusa de no ofender a los no creyentes, se critica la historia heroica de España, por ejemplo, en la evangelización de América y se exige pedir perdón por ello. Y así, poco a poco, vamos relegando todo aquello que es familia, patria y religión.
Los jóvenes crecen sin saber, sin conocer la verdad porque nadie se la cuenta. Y es nuestra obligación escribir sobre ello, contarlo, formar a nuestros hijos, que lean literatura clásica, historia, que conozcan la historia sagrada. Es el primer paso para una resistencia activa que más pronto que tarde, me temo, como explica Dreher, habrá que ejercer.